Política

‘QAnon’

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El 4 de diciembre del 2016 Edgar Welch salió de su casa en Carolina del Norte rumbo a Comet Ping Pong, una popular pizzería en Washington, DC, con un AR 15 y dos pistolas cargadas. Welch recorrió más de 300 millas buscando liberar niños cautivos del sótano de ese restaurante, la matriz de una red de pedófilos encabezada por Hillary Clinton.

Todo comenzó con los mails de la campaña demócrata que los hackers rusos le entregaron a Julian Assange para que los distribuyera al público. Comet es citado allí por ser un sitio popular para eventos de recaudación de fondos; de los canales clandestinos de la red el dato pasó a YouTube, Reddit y Facebook, donde las referencias al pago y consumo de “pizza” y “pasta” fueron prontamente interpretadas como “niños y bebés”.

Sobra decir que los únicos infantes allí fueron los que tuvieron que salir despavoridos y a medio masticar; Comet Ping Pong ni siquiera tiene sótano. Welch, un cristiano practicante y bombero voluntario, admitió su error y se entregó de inmediato. Está por terminar una condena de 4 años de cárcel. ¿De dónde bebió este hombre común, hasta entonces inofensivo y hasta ejemplar, ese Kool-Aid endemoniado?

Hace pocos años una figura sin identificar más que por su nombre de pantalla, Q, comenzó a postear teorías conspiratorias y frases crípticas en uno de los canales clandestinos de mensajes de internet, 4chan. Su primera contribución vaticinó el inminente arresto de Hillary Clinton y la violenta guerra civil que vendría después. Que nada de esto haya efectivamente sucedido, igual que con el fiasco llamado pizzagate, no detiene a sus adherentes, que juran que Q es un alto mando militar, o de los servicios de inteligencia, que habría descubierto una red de líderes mundiales — Clinton, Obama, Soros, Oprah Winfrey, Tom Hanks y, os lo juro, el papa y el Dalai Lama— que, en complicidad con los poderes fácticos y la prensa, gustan de torturar y violar niños, y que Donald Trump es el único que puede detenerlos. Su destrucción, y la del mundo como lo conocemos, es inminente, pero solo si los patriotas seguidores de Q entienden y descifran sus mensajes secretos y actúan en consecuencia. Como quiso hacer Edgar Welch.

Su vocera en México podría ser Paty Navidad: el coronavirus es, a la vez, un engaño y un arma creada por el poder profundo; las antenas de internet nos controlan; las vacunas dan cáncer y los señalados son, además de pedófilos, caníbales. Todo esto no pasaría de un mal chiste si no fuera porque el grupo incita abiertamente a la violencia, y porque más de 35 candidatos al legislativo le son afines, comenzando por un Donald Trump que, enredado en escándalos y desesperado ante unas encuestas que no le favorecen, cada vez con más frecuencia suscribe sus mensajes. El nombre clave de Trump en el grupo es Q+.

En franca expansión, aunque sin sede ni membresía definida, su intención final es precipitar lo que ellos llaman “el Gran Despertar”, cuando caerán los Estados y el mundo entero se purificará en llamas. QAnon, cuyo método de operación recuerda al de un temprano Al Qaeda, ha sido señalado internamente por el FBI como potencial grupo terrorista.

@robertayque

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Roberta Garza
  • Roberta Garza
  • Es psicóloga, fue maestra de Literatura en el Instituto Tecnológico de Monterrey y editora en jefe del grupo Milenio (Milenio Monterrey y Milenio Semanal). Fundó la revista Replicante y ha colaborado con diversos artículos periodísticos en la revista Nexos y Milenio Diario con su columna Artículo mortis
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