Agricultores, madres de familia y pequeños comerciantes tomaron sus cuchillos, machetes y palos para enfrentarse a las armas de alto poder de La Familia Michoacana. Hacía años que les cobraban derecho de piso. Pero esta vez, la enésima vez que les subían arbitrariamente las cuotas, finalmente reventaron.
Al principio sólo les pedían dinero por dejarles sembrar sus tierras. Luego fue por vender tacos o por lo de una estética. Desaparecían a sus hijas y baleaban sus casas por el puro gusto, ejecutando en caliente a quien los mirara feo. Sus alcaldes y gobernadores, por medrosos o por cómplices, hacían como que la Virgen les hablaba, y qué decir del presidente López, que les pedía darle a sus verdugos abrazos, condoliéndose de lo mal que la pasaban en prisión y saludando deferentemente a sus mamacitas.
Texcaltitlán se alzó ante la ausencia de gobierno, ante la absoluta corrupción de las autoridades de cara al crimen organizado, con un saldo de cuatro pobladores muertos y dos desaparecidos. Asombrosamente, una decena de malandros cayeron bajo sus mazos y cuchillos, entre ellos Rigoberto de la Sancha Santillán, alias El Payaso, quien, en 2021, en Coatepec, emboscó y mató a 13 agentes estatales. Tenía viva una orden de aprehensión, pero se paseaba como por su casa hasta que, dicen los testigos, se topó con el cuchillo cebollero de una recia texcaltiteca.
En espera de una venganza que sólo podrá ser descarnada y ejemplar, el presidente finalmente envió al poblado a la Guardia Nacional que, hasta ese día, se ocupaba principalmente de sus trenecitos y avioncitos.
Hoy el pequeño pueblo está resguardado, pero en las brechas y caminos siguen acechando los halcones de La Familia Michoacana esperando la eventual retirada del ejército. Dos familias ya fueron levantadas en tránsito hacia Toluca, y un par de sicarios heridos fueron sacados del hospital donde convalecían sin que nadie se los impidiera. A la fecha, el alcalde Javier Lujano no ha mencionado la tragedia. A lo más que llegó fue a cancelar las próximas fiestas en honor a la Virgen de Guadalupe.
¿Que si México no es en modo alguno un narcoestado fallido, que si estos horrores son casos aislados? En la frontera norte, unos gringos que hace un par de meses cruzaron por una cirugía estética tienen otros datos. Los seis estudiantes levantados y asesinados en Celaya que fueron falsamente culpados por el presidente de drogarse, igual. Lo mismo los 14 habitantes de la ranchería Barranca de Velázquez, en la sierra de Guerrero, donde el pasado 28 de noviembre fueron desaparecidos, todos, sin que hasta ahora se sepa nada de ellos; los familiares y vecinos le pidieron ayuda a la gobernadora Salgado y al presidente López, sin recibir respuesta alguna.
Al día siguiente de la masacre en Texcaltitlán, apenas a 46 kilómetros de distancia, en Tejupilco, en su mañanera, López abrazó a Delfina sobre un templete, todo sonrisas, y dijo: “Quisiera ir a todos los municipios, pero no puedo, tengo que andar por todos lados, pero van bien las cosas, vamos bien, de buenas”.