Andrés Manuel López Obrador es un hombre de rituales. Ayer regresó al zócalo de la Ciudad de México, por él nombrado “la plaza de la democracia”.
En su discurso por el tercer año de su gobierno mezcló dos sobrevivencias: la suya como político que no se rinde y la del país que superó la pandemia.
Ayer fue capaz de multiplicar masivamente las emociones que acompañan la vuelta a una vida extraviada.
Con su oratoria hizo lucir un balance generoso sobre las acciones de gobierno. Entre los temas abordados destacó, como suele hacerlo, las acciones de política social.
Hizo la promesa de resolver los desafíos del sistema de salud, actualmente contrahecho e ineficiente. Aseguró que, de aquí a tres años, habría médicos suficientes, infraestructura hospitalaria de calidad y abasto óptimo de medicinas.
Si solo pudiera cumplir esta promesa, AMLO pasaría sin duda a la historia.
También llamó la atención el anuncio del incremento, en un 22%, del salario mínimo, a partir de un acuerdo consensado con el sector empresarial. Este crecimiento se suma a otros realizados durante esta administración que, en conjunto, acumularían un alza total de 65%.
Este resultado no tiene con qué compararse si se mira hacia el pasado del país.
Es imposible escatimar el compromiso de López Obrador para reducir la desigualdad y enfrentar las razones que reproducen pobreza.
Fundamentalmente por este motivo llega a la mitad de su mandato con el máximo apoyo popular que haya conseguido a lo largo de su carrera política: casi 70% de la población aprueba su desempeño.
Una mayoría asume que hay uno de los suyos al frente del Estado mexicano; por eso los yerros cometidos son minimizados y los aciertos exaltados.
Nunca se tiene suficiente popularidad que no pueda obtenerse más. Sin embargo, en el ritual político mexicano el poder presidencial suele enfrentarse al declive durante el cuarto año.
Zoom: ¿será que López Obrador vaya también a quebrar esta antigua tradición? Resultaría extraordinario que el presidente rompiera el techo de apoyo con el que hoy cuenta, pero no lo sería si logra mantener la aprobación actual durante un tiempo más. Para eso le servirá el ejercicio de “la ratificación” de mandato.
Ricardo Raphael,
@ricardomraphael