Política

Parábola de la inseguridad

Era una casa con una plaga de ratones. El descuido en la infraestructura, en el mantenimiento, en el patio y el jardín habían facilitado su reproducción.

Los ratones cruzaban todo el día y a todas horas la sala, la cocina, el comedor y las recámaras. Eran los dueños del espacio.

Cansado y harto de esa situación, el dueño decide meter un gato a su hogar. El gato era un buen cazador. Pronto replegó los ratones a sus espacios y horarios normales, el patio y las altas hora de la noche.

Satisfecho con su hazaña, el gato empezó a adueñarse del espacio. Se subía a los muebles de la sala, devoraba la comida del dueño, rasgaba las cortinas y empezaba a dormir en la cama de su amo.

Para terminar con este problema, el dueño decide llevar un perro raza Rottweiler a su hogar. El gato tuvo que mudar de hogar ante la fiereza y el peligro que representaba el nuevo inquilino.

Unas semanas bastaron para que el nuevo guardián de la casa hiciera de las suyas. Rompió mangueras, destrozó el jardín y mordió a varios vecinos, causando la alarma
del vecindario. No hubo cadena que lo sujetara.

Es así como el dueño decide cambiar al Rottweiler por un tigre, ya que estaba seguro que con ello inhibiría a todo aquel que decidiera entrar a su propiedad a robar o a causar algún daño.

El gusto le duró poco. De un zarpazo derribó al dueño y casi le quita la vida. El felino había desconocido su nuevo entorno doméstico. Estaba hecho para la jungla, no para la ciudad.

Desesperado y obsesionado con brindar la mayor seguridad a su inmueble, para que no quedara duda de que estaba blindado de cualquier amenaza, el propietario decide jugar su última y más audaz carta. Colocar como guardián de su casa a un elefante.

Con este mamífero mayor, pensó el propietario, todos los demás guardarían su distancia. No habría tigre, perro o gato que osara molestarlo.

Para entonces, el dueño ya había gastado una fortuna en tratar de dar seguridad a su casa, y el mantenimiento del paquidermo ya había empezado a gravitar en su cartera. Su adopción había elevado significativamente el gasto corriente y había olvidado reparar la infraestructura, las instalaciones y el patio donde se había generado la plaga de ratones, por lo que éstos seguían allí agazapados, escondidos, con apariciones furtivas.

Una mañana, un grupo de ratones decide desafiar al elefante, pasan frente a él y terminan rodeándolo. La reacción del paquidermo fue del miedo a la ira, y de la ira a la acción.

Activó todo su cuerpo para combatir a los ratones. Con su larga trompa y sus patas gruesas buscaba aplastarlos, sin conseguirlo, al tiempo que dejaba una estela de destrucción de paredes, pisos, muebles y ventanas. El elefante terminó con la casa, pero no con la plaga, dejando sin morada al dueño y en la ruina económica, debiendo abandonar el inmueble y empezar de nuevo en otro lugar.

Diez años de una estrategia de seguridad fallida no han logrado detener la violencia ni mejorar el clima de convivencia y legalidad que se buscaba fortalecer. Se ha probado de todo y se ha logrado poco. Desde el gato hasta el elefante, y la casa luce más endeble y vulnerable que antes.

Hoy se discute en el Congreso la mejor manera de establecer estados de excepción constitucionales. Es decir, de escriturar al elefante la casa, el terreno y la plaga de ratones. Peor, imposible.

ricardomonreala@yahoo.com.mx

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Ricardo Monreal Ávila
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  • Coordinador de los senadores de Morena y presidente de la Jucopo / Escribe todos los martes su columna "Antilogía" en Milenio Diario
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