Inevitable, el contraste. La marcha 15N versus la del 6D. La primera, exigiendo una renuncia; la segunda, refrendando un mandato. Aquella con 30 mil voces; esta con 600 mil voces y brazos en alto. La del 15N destilaba odio e injurias. La del 6D, alegría y música. El siniestro bloque negro que ensució al 15N lo sustituyó ahora un megabloque de banderas multicolor: guindas, blancas, naranjas y violetas.
En el edificio poniente del Zócalo, donde se alojan oficinas de diputadas y diputados del Congreso de CdMx, una manta espectacular dominaba visualmente: “Presidenta. No estás sola”. Un mar de cartulinas blancas, verdes y rojas, hablaban por sus portadores: “No soy bot, soy Claudialover”. “Soy un acarreado del amor a México”. “¡Es un honor estar con Claudia hoy!”.
La concentración del 6D fue multigeneracional: predominaban milenials, centenials y baby boomers, en ese orden, a diferencia de la del 15N, que pretendió reunir a la generación Z, pero a la que nunca llegaron jóvenes. ¿Tendrá algo que ver que 4.2 millones de estudiantes de preparatorias públicas ya reciben desde este año la beca universal Benito Juárez?
En el templete del 6N, un presidium federalista. Estuvieron al frente las y los gobernadores del movimiento, junto a una secretaria y tres secretarios de Estado y la Presidenta, mientras que el grueso del gabinete estuvo sentado en la segunda línea.
Pero la esencia de la concentración fue el mensaje presidencial. El sentido histórico del mismo. No fue solamente mostrar el músculo y la dentadura a la derecha anti-4T. Fue ante todo la reivindicación de un nuevo proyecto de nación y de un modelo de desarrollo que está dando resultados y que se encuentra en la construcción de su segundo piso, al cumplir siete años de su inicio.
Siete años de resultados tangibles: 13.5 millones de mexicanas y mexicanos que salieron de la pobreza. Siete años de crecimiento sostenido del salario mínimo por encima de la inflación. Siete años de implantación y extensión de cobertura de 14 programas sociales que el próximo año representarán un billón de pesos presupuestales. Siete años de invertir recursos en obras de infraestructura pública que están moviendo el empleo en amplias zonas del país. Siete años de reformas constitucionales y legales para recuperar y dar certeza al espíritu de justicia, igualdad y bienestar de la Constitución de 1917. Siete años de libertad de expresión y manifestación irrestrictas. Siete años de un peso fuerte, de finanzas públicas sanas y de precios estables en alimentos, energía y gasolinas. Siete años de defender la soberanía y la libertad de México frente a las potencias extranjeras y los amagos de intervencionismo. Siete años de una lucha contra la herencia neoliberal de la inseguridad, la violencia y la corrupción, que ya empieza a dar resultados, pero que no es fácil de sostener, como tampoco es posible cantar victoria frente a esa víbora de tres cabezas.
En suma, siete años de continuidad de un proyecto nacional de transformación, no de continuismo de un grupo político o partido.
El momento estelar de la concentración fue cuando un Zócalo repleto y sus calles aledañas igualmente rebosantes se fundieron en un solo grito que, como onda expansiva, retumbó en los edificios coloniales de uno de los centros históricos más hermosos del mundo: “¡No estás sola!”. En efecto, tres cuartas partes de un pueblo concientizado acompañan a la Presidenta de México.