Dos rasgos perniciosos del populismo son los programas asistenciales sin respaldo económico; y hacer creer que los paga el gobierno y no los ciudadanos con sus impuestos.
La aspiración en muchos países es que se instaure el Estado de Bienestar, esto es, empleo para todos y servicios y prestaciones sociales que garanticen un nivel mínimo adecuado de vida.
El Estado de Bienestar requiere una economía exitosa con alto índice de empleo; un sistema progresivo de impuestos; honradez y eficiencia gubernamentales; e instrumentos rigurosos de medición y rendición de cuentas.
Noruega, Finlandia, Dinamarca y los Países Bajos son ejemplos de Estado de Bienestar.
En el sexenio anterior los pilares del bienestar social fueron los programas asistenciales y el empleo temporal en obras faraónicas aún improductivas.
No hubo transparencia ni rendición de cuentas.
Las estadísticas evidencian la insuficiencia de esas políticas públicas: la población nacional es aproximadamente de 132 millones; 38 millones viven en pobreza moderada y 9 millones en pobreza extrema.
El 50 % de la población trabaja en la economía informal sin seguridad social.
Esta radiografía muestra la abismal distancia que separa a México del Estado de Bienestar; y la necesidad apremiante de que el Plan Nacional de Desarrollo 2025-2031 sea adecuado y realizable.
Los conocedores opinan que el Plan atiende los puntos neurálgicos para la economía social y solidaria:
seguridad física y jurídica, la continuación del TMEC, innovación tecnológica y participación empresarial en la implementación.
La participación empresarial en la implementación es trascendental porque el Plan, como debe ser, establece sólo objetivos y estrategias generales, pero faltan los programas con acciones específicas y asignación de recursos.
Para mantener los programas del bienestar se han cancelado servicios y obras: sin desarrollo económico pronto serán impagables y aumentará el riesgo de conflictos sociales.
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