Resultará fundamental que la Comisión de Arbitraje de la Federación Mexicana de Futbol precise quién determina la utilización del videoarbitraje para revisar jugadas con decisiones que resultan polémicas.
El pasado sábado en el Estadio Azteca, el arbitro Fernando Hernández Gómez expulsó al mediocampista del Cruz Azul, Orbelín Pineda por lo que juzgó una plancha sobre el tobillo de un jugador del Atlas. El punto es que las cuatro o cinco tomas que mostró la televisión, mismas que checaron los encargados de estar en el VAR, lo que dejaron ver es que el cruzazulino pisa el talón de su rival sin intención de pegar, casi sin ver y en consecuencia de forma accidental. Una tarjeta amarilla hubiera sido lo que correcto a juicio de todos quienes vieron la jugada en la repetición.
Lo sorprendente e irritante del tema es que nadie del VAR le indica al silbante en la cancha que debe revisarse la jugada o de plano que no era para roja... una expulsión es una decisión que afecta y beneficia a cualquiera de los dos equipos, por ello se han puesto este tipo de acciones bajo la revisión del VAR.
Pero nada. El árbitro decidió continuar, perjudicando de forma incuestionable a un equipo de por sí ya debilitado por lesiones y que a la postre perdería 1-2 en el último minuto del partido.
Me parece terrible que un procedimiento tan sencillo de aplicar haya sido pasado por alto. Otra cosa hubiera sido que una vez revisada la jugada por el árbitro éste hubiera ratificado su decisión. Cuando menos se habría operado conforme a la regla y la lógica.
Ojalá cuando menos por parte de la Comisión de Arbitraje se estableciera un discurso autocrítico cada jornada, ello hablaría de que los distintos errores, insisto no de criterio, sino de procedimientos, pueden ser corregidos y no presentarse en la siguiente jornada.
Lo peor que puede pasar es que los árbitros se instalen en la soberbia con la que escudan su condición de incuestionables.