Cultura

Crisis de la democracia

Para mi generación, la transición democrática mexicana fue celebrada como un triunfo. Sin embargo, 25 años después, nuestro desencanto es palpable y ha generado una profunda crisis de expectativas no cumplidas.

En primer lugar, la erosión de la confianza. El fin del régimen de partido único no trajo bienestar ni seguridad, por el contrario, en las décadas posteriores al año 2000 aumentaron sostenidamente la violencia criminal y la inseguridad, lo que nos llevó a perder la confianza en la policía, el sistema judicial y los políticos. En 25 años, las instituciones de justicia nacidas de la democracia no han logrado reformarse de manera efectiva, ya que la impunidad y la corrupción se perpetúan.

El populismo hoy es parte de esa crisis, porque se alimenta directamente del colapso de la confianza en las instituciones, al ahondar el divisionismo social, centralizar el poder y debilitar la institucionalidad de organismos autónomos, propiciar la subordinación de los poderes públicos y militarizar la seguridad pública.

Este iliberalismo se suma al nuevo esquema de gestión de la muerte llamado “guerra contra el narcotráfico”, que en realidad no es más que el retorcido mecanismo de decisiones sobre quiénes están más expuestos a la muerte. Las estrategias de confrontación directa sin resultados estructurales favorables han resultado en más de 350,000 homicidios y decenas de miles de desapariciones. Con su acción de nulos efectos en diferentes territorios del país, el Estado decide, quizás sin siquiera ponderarlo, qué poblaciones son seguras y cuáles son "sacrificables" en esta guerra. Sirva de ejemplo el estado de Sinaloa.

A ello se agrega la política migratoria “paralela” de México enfocada a las masas de personas que pasan por nuestro país para cruzar la frontera con Estados Unidos: política de contención que vulnera derechos humanos, al no poder resguardar la integridad física de las personas migrantes, en su mayoría expuestas a extremo peligro. Lo mismo: el Estado decide quién puede transitar con relativa seguridad y quién es abandonado a su suerte o a los cárteles del crimen organizado.

Todo ello es caldo de cultivo de la desinformación, la censura y un clima de linchamiento por la rampante polarización social que ya cobra víctimas; cuántas veces hemos visto la rápida transmisión de información cargada de prejuicios que resulta en la cancelación de personas e ideas, con prácticas nocivas para la integración social. El tribalismo digital, que consiste en la segmentación de la sociedad en burbujas informativas, se reduce a la disyuntiva narrativa: “o estás con el líder o estás en contra del líder”.

Pero, ¿es la democracia la que ha fracasado en generar bienestar y justicia? Una pregunta que dejo en la mesa de las discusiones. Sin embargo, quiero adelantar que la solución no es el populismo, porque no existen soluciones simples a problemas complejos, como el debilitamiento orgánico del Estado como gobierno, por ejemplo.

Tengo para mí que la crisis de expectativas no cumplidas se debe, en gran parte, a que la democracia liberal representativa que no fue consolidada por el Estado, y, en cambio, fue sustituida por un experimento de régimen iliberal con rasgos autoritarios, legitimado electoralmente por una ciudadanía mayoritariamente desesperanzada y ansiosa de cambios.

El futuro de la democracia en México dependerá de la capacidad de las fuerzas sociales para reconstruir la confianza desde abajo y ofrecer un proyecto alternativo que combine libertad con justicia tangible. No creo que suceda pronto, pero ojalá me equivoque.


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Porfirio Hernández
  • Porfirio Hernández
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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