Política

Unidad de Quemados: reflexiones ante un traslado internacional

  • Columna invitada
  • Unidad de Quemados: reflexiones ante un traslado internacional
  • Raúl Ramos López

Hospital Shriners de Galveston, uno de los centros más reconocidos del mundo. SHUTERSTOCK
Hospital Shriners de Galveston, uno de los centros más reconocidos del mundo. SHUTERSTOCK

El reciente traslado de un paciente pediátrico con quemaduras graves desde Monclova hasta el Hospital Shriners de Galveston, Texas, —uno de los centros más reconocidos del mundo en el manejo de quemaduras infantiles— provoca, inevitablemente, dos reflexiones. La primera es histórica: ¿cómo surgieron estos centros de excelencia? La segunda es incómoda, pero necesaria: ¿por qué México, pese a su experiencia dolorosa con grandes tragedias, sigue careciendo de instituciones de alta especialidad suficientes para atender a estos pacientes?

El desarrollo de unidades especializadas en quemaduras en Estados Unidos tiene su origen en la posguerra. Tras la Segunda Guerra Mundial, la atención a soldados con heridas térmicas impulsó avances médicos significativos. Sin embargo, el detonante definitivo fue una tragedia civil: la explosión de Texas City en 1947. Un barco cargado con nitrato de amonio estalló en el puerto, provocando alrededor de 581 muertes y más de 3 mil 500 heridos, muchos con quemaduras severas.

Como respuesta, se creó en Galveston una unidad pionera para el tratamiento integral del paciente quemado, integrada a la Universidad de Texas (UTMB). Bajo la dirección del cirujano Truman G. Blocker, este centro se convirtió rápidamente en un referente mundial. Años más tarde, en 1966, se inauguró el Hospital Shriners para Niños, contiguo a esta unidad, convirtiéndose en el primer hospital del mundo dedicado exclusivamente a la atención de quemaduras pediátricas.

De forma casi paralela, en 1948, el ejército de Estados Unidos estableció su Unidad de Investigación Quirúrgica, enfocada en la atención de quemados y heridos de guerra. Los avances generados en estas instituciones se difundieron rápidamente y dieron lugar a una red nacional de centros especializados. Hoy, Estados Unidos cuenta con más de 130 centros de atención a quemados; entre 70 y 77 de ellos están verificados por la American Burn Association, lo que garantiza estándares estrictos de calidad y seguridad.

México, por su parte, no ha estado exento de tragedias que han dejado cientos de pacientes con quemaduras graves. La explosión de San Juan Ixhuatepec (San Juanico) en 1984 dejó cientos de muertos y más de 900 personas con quemaduras severas. Más recientemente, en 2019, la tragedia de Tlahuelilpan, Hidalgo, tras la explosión de un ducto de combustible, causó la muerte de 137 personas y decenas de heridos graves, muchos con lesiones térmicas extensas. Estos episodios deberían haber sido llamados de alerta suficientes.

El tratamiento del paciente quemado es uno de los más complejos en la medicina moderna. Requiere equipos multidisciplinarios altamente entrenados: cirujanos plásticos y generales, intensivistas, anestesiólogos, neumólogos, enfermeras especializadas, fisioterapeutas, nutriólogos, psicólogos y trabajadores sociales. No se trata solo de salvar la vida, sino de preservar la función, la apariencia, la salud mental y la reintegración social del paciente, especialmente cuando se trata de un niño.

México cuenta con algunas unidades de gran valor, como el Centro Nacional de Investigación y Atención de Quemados (CENIAQ) en el Instituto Nacional de Rehabilitación, la Unidad de Quemados del IMSS en Magdalena de las Salinas, así como servicios en el Hospital Civil de Guadalajara o el Nicolás San Juan en Toluca. Sin embargo, estas unidades son insuficientes en número, capacidad y cobertura nacional, particularmente para la atención pediátrica de alta complejidad. En Mexico se estima que hay 2 mil niñas y niños que sufren quemaduras al año.

El resultado es dolorosamente evidente: traslados internacionales costosos, prolongados y emocionalmente devastadores para las familias. La explicación recurrente es la falta de presupuesto. Pero esa respuesta ya no es aceptable. La ausencia de planeación estratégica también tiene un costo, y suele ser mucho mayor.

Es indispensable conformar un consejo consultivo nacional que integre especialistas en quemaduras, autoridades sanitarias y expertos en planeación hospitalaria. Su objetivo debería ser claro: ampliar la capacidad instalada, certificar más unidades, regionalizar la atención y fortalecer la prevención. Solo así dejaremos de reaccionar ante la tragedia y comenzaremos a anticiparnos a ella.

Mientras esto no ocurra, seguiremos celebrando la solidaridad internacional, pero lamentando que niños mexicanos tengan que cruzar fronteras para recibir la atención especializada que deberían encontrar en su propio país.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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