Política

Cardenal y Pontífice

Últimamente se ha hablado del Papa Benedicto XVI y algunos buscan contrastar su figura con la del actual pontífice, el Papa Francisco. Naturalmente cada uno es cada cual y tendrán coincidencias y diferencias, pero me da la impresión de que a veces se cataloga al Papa emérito de forma inadecuada o, al menos, sin pasar más allá de estereotipos y de ciertas categorías ambiguas.

Conocí al Papa Benedicto cuando todavía era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y tuve la oportunidad de trabajar bajo su guía. Mi primera impresión al conocerlo fue la de un hombre sumamente amable y respetuoso. Ya entonces había una cierta imagen que se promovía por algunos, de que era una persona intolerante y despótica ¡Nada más lejos de la realidad! El trato que daba a todas las personas siempre fue de una notable gentileza, y no me refiero solamente a los arzobispos, obispos o a las “personalidades” que llegaban por alguna razón a aquellas oficinas, sino al trato con todos los trabajadores, incluidas las personas que se ocupaban de las labores más sencillas, a quienes se refería como “cari collaboratori e collaboratrici” ("queridos colaboradores y colaboradoras").

El Cardenal muchas veces atravesaba a pie la Plaza de San Pedro para llegar a su apartamento en la “Piazza della Cittá Leonina”. Una vez un amigo sacerdote que conversaba con dos jóvenes lo vio y les dijo: “vayan a saludarlo”, ellos dudaron, pero les insistió y al acercarse pudieron intercambiar con él algunas palabras y darse cuenta de que es muy sencillo y atento.

Él es un hombre culto e inteligente, un gran teólogo, que aprecia el Concilio Vaticano II y conoce muy bien las posturas modernas, así como un gran conocedor y promotor de los Padres de la Iglesia, a quienes, cuando llegó a ser Papa, les dedicó muchas de sus catequesis semanales. Uno de sus grandes dones es el de la síntesis. En las reuniones de trabajo, después de que se exponía algún tema y se escuchaban diversas opiniones, él sabía expresar en pocas palabras lo esencial de lo que cada quien había propuesto.

En cierta ocasión uno estaba muy preocupado de que se tomara una decisión que creía que era la más conveniente, pero no estaba seguro de que el Cardenal le diera la razón. Por experiencia le dije: “Mira, si tú expones bien y argumentas correctamente, dando los fundamentos de que lo que piensas es mejor, si él ve que tienes razón, sin duda te apoyará”. En varias ocasiones vi cómo modificaba sus puntos de vista porque escuchaba los argumentos y los valoraba de verdad. (Continuará...)

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Pedro Miguel Funes Díaz
  • Pedro Miguel Funes Díaz
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