Desde el principio de su gobierno, el Presidente ha declarado su estrategia de barrer la corrupción desde arriba hacia abajo. En la parte superior me consta por deducción que lo ha logrado, porque los recursos para sus programas han alcanzado justamente del ahorro de la corrupción.
Por ejemplo, si antes una obra costaba 100 pesos de los cuales 30 por ciento era para el bolsillo de la corrupción, quiere decir que realmente la obra costaba 70 pesos y se le inflaba el precio 30 pesos que ahora estarían disponibles para hacer más obras.
Muy bien, las escaleras de arriba han sido suficientemente limpiadas, creo.
Sin embargo, caminando por Chiapas han sido ya varias las ocasiones en que los líderes que saben cómo funcionan las cosas me dicen que “las cosas no han cambiado”; que simplemente los que administraban la corrupción cambiaron de gorra y siguen ejerciéndola impunemente.
Tal parece ser el caso de los administradores locales de los otrora programas “Prospera” del presidente Peña Nieto u “Oportunidades” de sexenios anteriores que, usando su poder local, han podido echarle mano a los programas de Bienestar del actual régimen.
Disfrazados de siervos de la nación se han infiltrado en este cuerpo instituido por la Secretaría del Bienestar y en muchos casos han podido continuar con las prácticas de intermediación de esos fondos que precisamente el Presidente quiso eliminar a través del envío de apoyos directos.
Y es que las escaleras de debajo de ese vicio inmundo llamado corrupción se magnifican en la llamada base de la pirámide, donde justamente por ser la base es la más amplia y difícil de limpiar.
¿Qué hacer?
Necesitamos un sistema de control y vigilancia que, así como la estructura de transferencias se va multiplicando hacia abajo, el sistema haga lo mismo. No podemos vigilar desde arriba el quehacer cotidiano de la distribución de transferencias. Un sistema de control interno en cualquier entidad pública o privada que administra recursos es uno de vigilancia estricta a través de procesos y su cumplimiento. Paralela y cotidiana.
Primero hay que establecer los procesos lo más digitales posible, que eviten la intervención humana. Después hay que vigilar que los procesos se cumplan. Solo así lograremos limpiar las gradas de abajo.