Cultura

Parranda y Tenampa…


Luis M. Morales

Me pregunto ¿cómo es que una celebración pagana originaria, probablemente del Neolítico, pervive hasta nuestros días y sea promovida incluso por la Iglesia? El carnaval es un evento expectante, se añora su llegada, la gente prepara con tiempo los detalles, se sumerge en ese ambiente. Es un acontecimiento que se ha vivido de múltiples maneras durante la historia de la humanidad. Fue el Papa Gelasio I quien cristianizó la celebración; pero ¿cuál es su atractivo? ¿Por qué continuamos conmemorando un rito tan peculiar y tan antiguo?

¿Será que la fuerza del carnaval está en la misma raíz de la palabra? La carne, que por una parte evoca el sacrificio y, por otra, la fiesta. Debemos dejar de consumir carne durante la Cuaresma; entonces hagamos fiesta primero.

En El cazador celeste, cuenta Roberto Calasso que en el teatro: “Las víctimas eran llamadas kathársia, purificadoras. Purificados por la sangre de un cerdo que había mojado los escalones donde estaban sentados, los espectadores asistían a historias en las que se vertía sangre humana. Había dos purificaciones –una al principio, otra al final–. Siempre mediante la sangre. Así nació el teatro”.

“Tú qué sabes de parrandas, tú qué entiendes por pasiones, tú cuando oyes un mariachi ni comprendes sus canciones…”.

Durante los días de carnaval están permitidos todos los excesos, la catarsis y la euforia; después, viene el sacrificio. En tiempos modernos esta idea se ha reducido a la abstención de la carne y el ayuno. De alguna manera, casi en todas las religiones, ha permanecido este ritual que insiste en la purificación del alma y del cuerpo. Será necesario tener la experiencia de la conmemoración para luego entrar en el recogimiento.

“Yo me paro en las cantinas y a salud de las ingratas hago que se sirva vino pa’ que nazcan serenatas. Y una vez ya bien servido voy al rumbo del Tenampa y a’i me agarro a mi mariachi y a cantar con toda el alma…”.

El vino representa la metamorfosis de la sangre. Dioniso es uno de los primeros en encarnar el sacrificio. El vino es el símbolo de su sangre desde que nació, se le considera el doblemente nacido, el reencarnado o el resucitado.

Un poco más adelante encontramos a Jesús, que claramente designó al pan como su cuerpo y al vino como su sangre, antes de ser sacrificado en la cruz. No son los únicos ejemplos, pero quizás sí los más gráficos y difundidos. Sin embargo, podemos también incluir a Osiris, Orfeo o Coyolxauhqui en Mesoamérica.

El objetivo del jolgorio es romper con la rutina para conmemorar algo especial que salga de lo cotidiano. Jean Rudhardt afirma que (…) “el sacrificio cruento es el acto central del culto, el rito en torno del cual se ordenan las fiestas que imponen a la vida de las ciudades su ritmo sagrado”.

Generalmente las fiestas van asociadas a las cosechas, a los cambios de estación. Es frecuente que las fechas de dichos acontecimientos sucedan durante algún equinoccio.

Tal vez, el antecedente más cercano que puede ilustrar el vínculo de lo sagrado con la fiesta son las Lupercales. Ahí encontramos todos los elementos que desembocaron en el carnaval. Se celebraban en febrero y comenzaban con el sacrificio; sin embargo, después los jóvenes lupercos hacían un recorrido por las calles animando al público con cantos, gritos, risas y bailes. Como ya señalé, el Papa Gelasio I comenzó a cristianizar la celebración, proponiendo cambios que relacionaran las fechas con la idea de purificación. El Sumo Pontífice se dio cuenta de que sería imposible erradicarla, de modo que poco a poco le fueron incorporando elementos para emparentar aquel festejo con la liturgia católica.

Lo mismo sucede en la noche de San Juan, que bien describe Serrat en su canción “La fiesta”: “En la noche de san Juan, cómo comparten su pan, su mujer y su galán, gentes de cien mil raleas…Vamos subiendo la cuesta que arriba mi calle se vistió de fiesta”.

Creo que la verbena nos viste a todos por igual, en ella se rompen los esquemas y las estigmatizaciones: “Hoy el noble y el villano, el prohombre y el gusano bailan y se dan la mano sin importarles la facha…”. De ahí que sea un acontecimiento especial imposible de reproducir todos los días. Claro que hay muchas maneras de vivir la fiesta y conmemorar las tradiciones. El carnaval está en apogeo, muchas ciudades lo están celebrando. Señalo, como dato curioso, que la palabra canción va enlazada al carnaval, a las procesiones, a los carros alegóricos, a los desfiles, al baile y al canto, entre otras muchas cosas. Es tiempo de fiesta.

“Parranda y Tenampa, mariachi y canciones: así es como vivo yo”. 

Paloma Jiménez Gálvez*

*Doctora en Letras Hispánicas

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Paloma Jiménez Gálvez
  • Paloma Jiménez Gálvez
  • paloma28jimenez@hotmail.com
  • Estudió la maestría en Letras Modernas en la Universidad Iberoamericana, y es Doctora en Letras Hispánicas. Desarrolló el proyecto de la Casa Museo José Alfredo Jiménez, en Dolores Hidalgo, Guanajuato. Publica su columna un sábado al mes.
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