El coronel Dragutin Dimitrijevic detiene su paso frente al "Gerbeau", que es una de las cafeterías más antiguas de Budapest, se asoma por los ventanales hacia el interior y se decide a entrar. Dimitrijevic, quien es jefe de los servicios de inteligencia de Serbia, se ajusta su sombrero de fieltro y antes de ingresar al lujoso establecimiento voltea de manera discreta para cerciorarse de que nadie lo siga.
El oficial serbio, también conocido con el nombre clave de Apis, dirige una misteriosa organización llamada Mano Negra, la cual está dedicadaa la unificación de los pueblos balcánicos que están bajo el yugo del Imperio austrohúngaro.
El coronel se encuentra en la capital húngara por un mandato oficial, sin embargo, espera reunirse en secreto con un agente encubierto del Imperio alemán en la famosa cafetería a la cual acaba de entrar. Apis toma asiento, coloca su sombrero sobre la mesa y enciende un cigarro. Enseguida, una mesera con cara de niña se acerca al oficial, le ofrece café y discretamente le advierte que en el lugar hay espías ingleses haciéndose pasar por comensales.
La mesera hace saber al serbio, con un par de palabras, que ella es la agente enviada por el ministro Zimmermann y en breve le dará la información necesaria para iniciar el proceso de unificación balcánica. En ese instante, la espía alemana se aleja del lugar para evitar sospechas.
Dragutin Dimitrijevic da un sorbo a su humeante taza de café, cierra los ojos y disfruta del sabor del mágico elixir. Está complacido de haber elegido una cafetería como punto de encuentro, pues sabe que es en los expendios del aromático donde nacen las revoluciones y donde se organizan los movimientos sociales más importantes, y bajo su férreo carácter de estadista no permitirá que esa hermosa costumbre de derrocar gobiernos desde las cafeterías desaparezca.
La espía regresa a la mesa del oficial serbio y le entrega el menú mientras le dice sonriendo: "aquí encontrará lo que usted busca". Sin mayor aspaviento el coronel lee tranquilamente el menú y ordena uno de los célebres pasteles del lugar.
Al concluir, Dimitrijevic toma su sobrero, deja algunas monedas sobre la mesa y sale del sitio tranquilamente rumbo a la estación de trenes para esperar el expreso que lo llevará de nuevo a Belgrado. El coronel se percata de que es seguido por un par de personas, sin embargo, no se preocupa y continúa su paso hasta llegar a su destino.
Los agentes de la corona inglesa, después de seguirlo todo el día, se desisten de vigilar más al serbio, pues ellos creen que su presencia disuadió a los alemanes de establecer contacto con el líder de la organización nacionalista de los Balcanes.
Una vez en el tren, el coronel Dimitijevic sonríe porque cumplió con su misión, pues en su memoria trae grabada la información que los alemanes le dierona través de un falso menú. Ahora, el serbio sabe la hora exacta y la ruta que tomará el archiduque Francisco Fernando el próximo 28 de junio de 1914 en Sarajevo.
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