Sociedad

Sobrevivir

  • Criando Consciencia
  • Sobrevivir
  • Nadja Alicia Milena Ramírez Muñoz

¿Cómo es eso de sobrevivir tantas veces que ya hasta parece deporte?

Sobreviví al abuso narcisista de mi padre, que no dejaba que mi madre se acercara a mí. 

Sobreviví a escuchar la violación todas las noches, los golpes en el baño, las cucarachas en la gelatina, la soledad de la vergüenza de saber que la vida no tenía porque ser así, pero era, y tenía que esperar a crecer para cambiarla.

Sobreviví a las ganas de aventarme del balcón de la vecindad. 

A la sensación fría en las plantas de cuando me subí a la cornisa y me aferré solo con los pies. 

Resulta extraño saber cómo volví a sobrevivir más adelante, a otro balcón, en otra situación de indefensión: ya no era una niña, estaba embarazada.

Sobreviví al bullying de todas las niñas de la escuela, para las que era demasiado lista, demasiado colocha, demasiado negra, demasiado extraña, aún en esa escuela pública a la que llevaba tres pesos para gastar. Sobreviví a perseguirlas por todo el patio, fingiendo que jugábamos mientras se me rompía el corazón.

Sobreviví a volver a casa. Cada maldita vez, cada maldito día después de la escuela.

Sobreviví a los novios. 

Al niño que me persiguió hasta el baño durante años para que aceptara ser su novia, a quien luego me topé fuera de un restaurante y me persiguió nuevamente.

Sobreviví a mí misma consiguiéndomelos cada vez peor, cada vez más violentos, cada vez más masoquistamente locos y sexualmente abusivos.

Sobreviví a vivir sola a los diecisiete años, a que me dijeran que construyera arriba de la casa de quien “me consideraba como una hija”, pero solo quería mi dinero; sobreviví a la disociación posterior en la que terminé viviendo con un hombre diez años mayor que yo apenas pocos meses después de cumplir dieciocho.

Luego, he sobrevivido una y mil veces. 

Al violento aborto en la sala del hospital público, frente a una multitud de personas indolentes; al parto cruel en el que me dejaron sin comer ni beber por trece horas enteras mientras era exhibida en un piso lleno de otras mujeres víctimas del sistema de salud igual que yo. A la pobreza y la precarización. 

A la inestabilidad laboral. A la violencia emocional de una pareja indiferente a la psicosis puerperal y las tendencias suicidas. 

A las crisis de ansiedad y los ataques de pánico en la calle, con niños de la mano. 

A perder el control de esfínteres en medio de un episodio ansioso. A los últimos cien pesos tan lejos del pago de la quincena.

Pero, ¿Quién no? ¿Por qué parece que ser mujer es una carrera de supervivencia?

Naces, te perforan las orejas antes apenas que asimiles el mundo fuera del vientre materno.

Creces, te agarran las nalgas en el transporte público; te reproduces y pretenden pasarte doscientos pesos de pensión a la semana. Mueres… y te encuentran así: muerta, no asesinada, a la orilla del camino, en pedazos y con sangre entre las piernas.

Quiero vivir. Quiero dejar de caminar en el mundo en eterna sobrevivencia. 

Quiero que todas podamos. Quiero respirar fuera del agua por primera vez desde que nací al mundo que me convirtió a fuerza en la eterna sobreviviente.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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