Por ella, la mujer a quien jamás llamé "mami", porque era inmensa, no cabía en ella misma, su lugar era el océano, por ella, para que pueda reunirse con las ballenas, como ella quería.
Por ella, la madre que tuve que me arropaba por las noches justo a las ocho de la noche, la que nos compraba olorocos, la que me peinaba con dos colitas y ligas de elefantes rosas, la que nos preparaba gelatinas de frambuesa, por ella, para que los mares la arropen así como a mí los ríos.
Por ella, la mujer que estudió una carrera universitaria mientras trabajaba, levantaba un negocio y criaba tres hijos sin ningún tipo de red de apoyo, por ella, para que las estrellas la guíen en su andar en espíritu.
Por la mujer a la que le heredé la sonrisa, los lunares y la capacidad de contar historias, por ella.
Por la mujer que sobrevivió al abuso sexual, emocional, económico, patrimonial, físico y narcisista, y puso el cuerpo para disminuir la violencia que tocaba a sus hijos, por ella, para que está parte de la vida que es la muerte sea un espacio generoso y lleno de contemplación y calma para su alma.
Por la madre que veía el mar, atada a esa cama, en ese lugar en el que ella siempre dijo que no deseaba estar, por ella, para que sienta el mar, sea el mar mismo y su muerte no sea más que la continuación de la ola que agarra fuerzas para seguir rompiendo.
Por la mujer que se llenó de cáncer, sin quererlo, sin merecerlo, sin remedio, sin justicia, surrealista, por ella.
Por la que se lanzó a Chiapas en medio de las quimioterapias a presentar su libro, la que terminó de escribir una colección de cuentos desde la cama, la que trataba de sonreír cada que se la visitaba, por ella, para que podamos sonreír y saludarla cada que nuestros pies toquen el mar.
Por aquella que cuando necesitó ayuda para bañarse, decía que se sentía esponjosita, así como yo alguna vez se lo dije de pequeña, para que el mar la reciba en su morada y la haga sentir tan bienvenida, que esté esponjosita eternamente.
Por la mujer que se fue apagando cada vez más rápido, ante la tristeza y la impotencia de quienes la amamos, por ella, para que su brillo se refleje en las olas al atardecer.
Por la brillante autora de libros llenos de verdades, de rebeldías y de testimonios anónimos de una vida llena de victorias, por ella, que una vez más, ganó, la llevamos a las olas, al océano, al Pacifico.
Por la mujer que nos hacía hablar cetáceo, bailar al ritmo de Mamma Mía, leer a Rodari y comer saludable, por ella, para que siga bailando y cantando entre la espuma.
Por la Reina del Baile, la Teresirena, la de la brillante sonrisa, la que iluminaba la fiesta, la de los ojos verdes, la imprudente, la oveja negra en todas partes, para que no pierda la costumbre de ser la sirena más llamativa del condado, allá a donde ha ido a quedarse ahora.
Por ella, toca vivir, por ella, toca acariciar el recuerdo lejos de la absoluta desesperación, por ella toca seguir adelante y bailar al ritmo de sus canciones, para que sonría y celebre desde el lugar que ahora ocupa en el Universo.
El telón no se cerró, se levantó en otro lugar. El cuerpo no se quemó, no desapareció, se transformó en sal, en arena, en olas de mar.
El alma vive en cada lección que nos dejó, en cada hijo, en cada libro, en cada foto y recuerdo.
Por ella, por mamá, por mi madre, brindemos y disfrutemos de aquello que nos enseñó.
Por ella, por Teresa, por la Dancing Queen seamos más de lo que se espera de nosotros, seamos esa ola furiosa que barre la arena y te deja pasmado, seamos sirenas, seamos inmensas, seamos ballenas, seamos espuma, seamos sueños y anhelos, seamos todo lo que podemos y deseamos ser, por ella.