La neurodivergencia es el término empleado para referirse a las personas que no son neurotípicas; es decir, aquellas cuyo cerebro funciona de manera distinta a lo que se considera "normal".
Normalmente para referirse a personas que se encuentran dentro del aspecto autista, pero también se refiere a quienes viven con bipolaridad, TDAH, depresión o ansiedad.
Referirse así a estos "trastornos" como comúnmente se les suele llamar, ayuda a evitar el estigma en torno a ellos.
Hace poco empecé a entender que jamás fui neurotípica.
De adolescente me bañaba antes de dormir y me acostaba, si me movía un milímetro en la cama empezaba a sentir comezón por todas partes y tenía que volverme a bañar y tratar de no moverme.
Eso, según el médico, fueron ataques de ansiedad no diagnosticados a tiempo.
¿Cómo criar así? Si antes era difícil, pensando en algún día ver la luz al final de la depresión “postparto” que ahora se que ira mas allá de ese periodo inmediato a la primer infancia de mis hijos; ¿cómo asumir que mis hijos estarán expuestos a una madre con cambios de humor tan drásticos que después de hacer su lonche y mandarlos a la escuela, se arrastra a la cama para dormir hasta que vuelven, por el agotamiento que le genera la vida cotidiana?
¿Que las relaciones humanas me causan mucho conflicto y me agotan? ¿Que las personas creen que no puedo cumplir y trabajar normal y tienen desconfianza de mis capacidades y habilidades?
"Para que tuviste tantos hijos, si los ibas a tener así" me dijeron una vez de un perfil falso y cruel. Anónimo, por supuesto. Y a veces, esas palabras resuenan en mi mente. De hecho, muchas veces.
Estos días me he dividido entre la decisión de asumir mi enfermedad e integrarla a mi vida o asumir mi neurodivergencia, y de igual forma integrarla. Son dos maneras distintas de vivir una situación.
Admito que me hace falta mucha información. Admito que este fin de semana sólo quería escuchar de otras amigas neurodivergentes que si se sobrevive; que los hijos pueden crecer sanos y felices, que sólo es una forma de percibir el mundo de forma distinta y que no hay (oh, por favor); necesidad de añadir otra piedra más al costal de culpas: soy una madre neurodivergente, y eso no me hace una mala madre, o una incapaz, o una menos responsable y atenta.
Necesitamos visibilizar la neurodiversidad materna.