“Cuando el horizonte está en el fondo es interesante. Cuando el horizonte está arriba es interesante. Cuando el horizonte está en medio es aburrido y soso”, Esta frase del gran director de cine John Ford es una metáfora para la vida, donde las oportunidades y las cosas interesantes a menudo se encuentran en lugares y personas que nadie habría pronosticado.
El cónclave celebrado hace unas semanas en Ciudad del Vaticano nos ha descubierto una Iglesia que sabe sacar provecho de la diversidad de experiencias y ha mostrado una vez más algo que el papa Francisco señalaba en “La Alegría del Evangelio”: que “la unidad es superior al conflicto”.
En veinte horas de cónclave se resolvió la elección del pontífice. Un Papa al que le toca trabajar en un cambio de época la defensa de la dignidad humana frente al desarrollo de la Inteligencia Artificial que pretende sustituir y violar la libertad. Y el desarrollo de la algorética, alcanzando acuerdos internacionales para la defensa de los derechos humanos frente a una tecnología invasiva y poco cercana.

“Hijo” de San Agustín
El Papa León XIV dirigió a los agustinos siendo prior general y abrió procesos de reestructuración dentro de su orden religiosa, invirtió tiempo en viajar para acompañar a sus hermanos en las diversas comunidades, conocer el terreno, poniendo la cercanía como elemento esencial en su ejercicio de pastor, eliminando la burocracia.
La Curia romana sigue viviendo un proceso de reestructuración, lento pero seguro, y tendrá que continuar, esta renovación decretada en la constitución apostólica “Praedicatum Evangelii”.
En el campo social tiene que enfrentar la desaceleración económica que está provocando tejidos sociales totalmente rotos; las diferencias entre pobres y ricos son más distantes y agilizan una violencia desmedida; las desapariciones forzadas, el narcotráfico y el cambio climático son asuntos complejos que el nuevo Papa comprende muy bien desde su experiencia misionera en Perú.
Todo esto lo hará con el estilo del Obispo de Hipona: "Si me asusta lo que soy para vosotros, me consuela lo que soy con vosotros. Para vosotros soy Obispo, con vosotros soy cristiano. Aquel nombre expresa un deber, éste, una gracia; aquél indica un peligro, éste, la salvación" (Sermón 340, 1).
“La paz esté con ustedes”
El tiempo es superior al espacio. Minutos antes de la fumata blanca, un periodista hispanoamericano que lleva muchos años transmitiendo cónclaves pronosticaba una reunión de varios días porque parecía un cónclave dividido. La realidad era diferente. La Iglesia católica tenía un Papa elegido por los cardenales unidos con una mayoría más que sobrada en un periodo corto de tiempo.
Las primeras palabras de León XIV fueron “la paz esté con ustedes”, una dirección, nos recuerda que la misión de la Iglesia es la de ser mediadora de paz para todos. La paz supone encuentro, diálogo y escucha activa. Tres elementos claves para vivir la experiencia de la sinodalidad y erradicar el clericalismo exacerbado y las guerras eclesiales internas provocadas por cabildeos poco evangélicos.
El tiempo es el sabio de Dios que nos indica que servimos a la Iglesia “no por nuestros méritos si no conforme a su voluntad” (Plegaria Eucarística I). El primer clamor de nuestro papa León XIV en el balcón de la Logia ha sido: “no más guerras”.
En el documento sobre la fraternidad humana por la paz y la convivencia humana del papa Francisco y del imán Al-Azhar Ahmad Al-Tayyebse se señala como “la historia afirma que el extremismo religioso y nacional y la intolerancia han producido en el mundo, tanto en Occidente como en Oriente, lo que podrían llamarse los signos de una «tercera guerra mundial a trozos», signos que, en diversas partes del mundo y en distintas condiciones trágicas, han comenzado a mostrar su rostro cruel; situaciones de las que no se conoce con precisión cuántas víctimas, viudas y huérfanos hayan producido”.
Esta cultura de la fragmentación la enfrenta el nuevo Papa mostrando una cultura del encuentro a todos. “La paz para todos”, como muy bien expresó en sus primeras palabras. Tomando el gesto del gran padre de la Iglesia San Agustín: “no habéis de dar buen ejemplo solamente a los fieles, sino también a los infieles, a fin de que con las alabanzas de vuestras buenas obras glorifiquen a Dios y vengan a la salvación”, (De s. Dom. in monte, 2, 2, 6).
Dinamismo, sí; estática, no
El Papa, con su experiencia misionera, presentará una Iglesia dinámica, en movimiento, en contraste con la nostalgia, estática y estancamiento que desean una minoría ruidosa.
No se enfocará en resultados inmediatos y mucho menos en posiciones establecidas, seguirá priorizando los procesos abiertos por su antecesor, el Papa Francisco y su evolución a largo plazo.
Esto es algo que ya vivió como religioso porque los procesos largos y evolutivos tienen estas características de fidelidad creativa dentro de las órdenes religiosas, que se frenan con las limitaciones humanas que pretenden ofrecer diferentes lecturas, movimientos internos contrarios y también historias de vida no reconciliadas.
La realidad es más importante que la idea. La misión centrada en Jesucristo nos hace pisar la calle, el hospital, el albergue. Cuando acompañas a migrantes, personas que trabajan contra la trata, familias que sufren la desaparición forzada de sus hijos, la mujer violentada… la Iglesia en salida, estas realidades te llevan a Jesucristo, al Evangelio.
Una Iglesia en misión centrada en Jesucristo es misionera, recordando las palabras del Concilio Vaticano II: “toda la Iglesia es misionera, y la obra de evangelización es un deber fundamental del Pueblo de Dios” (Lumen Gentium, 83).
No podemos ser indiferentes ante el dolor que clama el pueblo de Dios. Cuando nace del encuentro con Jesús, al estilo de San Agustín, cuando León XIV confirma la obediencia a lo que le dicen los cardenales dentro del cónclave, está repitiendo esa máxima agustiniana “ahora te amo a ti solo, a ti solo sigo y busco, a ti solo estoy dispuesto a servir” (Sol 1, 1, 5), porque llevar el peso de la Iglesia no deja de ser un yugo que está bendecido por todos gracias a nuestra oración.
Y sabiendo muy bien que “Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas” (San Agustín, De natura et gratia, 43, 50).
Los abusos, el gran pendiente
Una realidad de la Iglesia que cuesta aceptar y corregir por parte de los obispos y sacerdotes, vida consagrada y también por parte de los laicos es el clericalismo. Y esta realidad enfermiza tenemos que sanarla todo el Pueblo Dios para así superar la lacra de los abusos de poder.
Recordando al Papa Francisco, que dijo a los jesuitas en Irlanda: “el elitismo, el clericalismo fomentan todas las formas de abuso. Y los abusos sexuales no son los primeros. El primero es el abuso de poder y de conciencia”.
El Papa León XIV trabajará esta realidad con la experiencia que le dejó ser prior general en la orden agustiniana y obispo diocesano en Chiclayo, Perú. Una realidad que nos invita vivir desde la transparencia y la rendición de cuentas, pues solo así tendremos la credibilidad de los creyentes y alejados de la Iglesia.
El tema de la familia y su compleja estructura se abordará también en este papado bajo el esquema de Amoris Laetitia, desde la comprensión y caridad de las nuevas realidades familiares sabiendo que la base del liderazgo social está en la identidad y funciones de los padres ante los hijos en esta nueva sociedad.
El todo es superior a la parte. Una visión de amplios horizontes que erradique la visión panóptica de los nostálgicos de siempre. La unidad y la armonía de un grupo o comunidad son más importantes que las diferencias individuales o los conflictos entre sus miembros.
El lema del nuevo papa lo expresa: «In Illo uno unum». Es una cita del Sermón 127 de San Agustín para explicar que «aunque los cristianos seamos muchos, en el único Cristo somos uno». No solo es el concepto de unidad, más bien es la experiencia de unidad, enriquecida por la diversidad. Desde su experiencia como religioso agustino la unidad se fundamenta en el amor. No puede haber unidad si no hay amor. El amor “lo cree todo, lo espera todo, lo aguanta todo” (1 Cor 13, 6).
Unidos con el Papa
En un mundo lleno de conflictos y con una experiencia formativa agustiniana destacará en sus discursos la interconexión entre caridad, unidad y la paz. Si falta uno, faltan los otros, y si hay uno, los otros dos necesariamente están presentes.
La invitación a trabajar en la unidad en su primer discurso como Papa ante los cardenales lo mostró compartiendo los siguientes puntos, tomando como fuente Evangelii gaudium: el regreso al primado de Cristo en el anuncio (cf. n. 11); la conversión misionera de toda la comunidad cristiana (cf. n. 9); el crecimiento en la colegialidad y en sinodalidad (cf. n. 33); la atención al sensus fidei (cf. nn. 119-120), especialmente en sus formas más propias e inclusivas, como la piedad popular (cf. 123), el cuidado amoroso de los débiles y descartados (cf.n. 53), el diálogo valiente y confiado con el mundo contemporáneo en sus diferentes componentes y realidades (cf. n. 84, Concilio Vaticano II, Const. past. Gaudium et spes, 1-2).
El lenguaje concreto y la presencia en el mundo juvenil son retos y desafíos que el papa también señalará ante una realidad donde los jóvenes nos exigen una fe vivida en comunidad, con gestos solidarios, llena de silencio ante tanto ruido digital y, sobre todo, congruencia: más gestos que palabras.
León XIV necesita de nuestra oración y de nuestras manos en un cambio de época que clama volver a lo esencial y solidaridad mundial mientras se lleva a cabo un Año Jubilar que nos llama a ser faros de esperanza y artesanos de la paz. Estamos con él en forma y fondo.