Luis Buñuel realizó en sus mejores años (1950) una cita cinematográfica, Los Olvidados, la cual presentaba el drama de las personas, en especial jóvenes, cuyas circunstancias familiares, sociales y económicas tienen una vida sin futuro olvidados por todos. Ese drama, cambiando lo que haya que cambiar, existe aún en nuestro país.
Es cierto que los gobiernos federales de México han intentado diversos modos de paliar ese drama con programas de ayuda, en diversas formas. Sin embargo, en todos los casos pareciera que la ayuda económica es la clave, la cual una vez entregada, y quizá por ser monetaria y concreta, se olvida de las personas y sus circunstancias, las cuales en repetidas ocasiones hacen inútil aquella ayuda monetaria. Se puede verificar tal inutilidad con el caso de las mujeres, cuya situación de malestar por la permanencia de las consideraciones de nuestra sociedad que las minimizan y maltratan. Se olvida que el origen esta en una ideología con la cual se rebaja la humanidad de mujeres y de jóvenes a la condición, casi, de cosas. Se ha olvidado trabajar en el cambio ideológico del cual se deriven prácticas de igualdad y libertad en estos sectores olvidados. Buñuel, si viviera, podría repetir hoy su película en los mismos términos.
En nuestro país disponemos de instituciones capaces de impulsar ese cambio ideológico por el cual todos los mexicanos nos consideremos iguales y, en caso de desigualdad práctica dignos de ayuda, sobre todo educadora, para lograr esa igualdad. Con las convicciones fruto de una educación de la libertad, se puede influir y obligar a las instituciones con poder a instaurar prácticas, y leyes que las respalden, para vivir en igualdad.
Un ejemplo: el municipio. Es una institución constitucional de gobierno, cercana a la población y sus ilusiones, deseos y capacidades. Hoy está convertida en “cero a la izquierda” para instaurar los cambios de ideología y prácticas congruentes, pues depende económicamente del presupuesto federal del país, cuya factura no toma en serio las necesidades de la vida y de las personas de los municipios. Los obligan a pedir ayuda, la cual tiene un costo político en caso de ser atendida. Ni siquiera los gobiernos de los estados consideran a los municipios el cimiento del cambio, sino oficinas a vigilar y controlar. Mexicanos libres “pasan” por municipios libres.