Cuando se destaparon los nombres de Adrián de la Garza por la alianza PRI-PAN-PRD y el de Mariana Rodríguez por Movimiento Ciudadano, para contender por la alcaldía regiomontana, sabíamos de antemano que iba a ser un encontronazo entre dos muy buenos candidatos.
Adrián con experiencia en la Procuraduría y en el Ayuntamiento, y Mariana con su natural simpatía reflejada en millones de followers que ayudaron a su esposo el gobernador Samuel García a ganar en el 2021.
En este mismo espacio se dijo que iba a ser un duelo entre el Caballero de la Noche contra una encantadora mujer, y que esperábamos una contienda con propuestas para convencer a los regiomontanos.
Durante la campaña hubo algunos roces, pero ambos candidatos se concentraron en exponer ideas y proyectos hasta que salieron las primeras mediciones, donde los resultados cambiaron el ánimo electoral y la postura fue otra.
Al cierre de las casillas, el domingo 2 de junio, los primeros resultados arrojaban una ventaja del priista, que luego fue confirmada por el PREP y quedó en poco más de ocho puntos porcentuales, lo cual comenzó a modificar el escenario postelectoral.
Este jueves, la emecista escaló la discusión al denunciar una serie de irregularidades y dijo que acudiría a las instancias legales para impugnar la elección, pero luego remató llamándolo delincuente.
Horas más tarde el priista respondió y negó los señalamientos en su contra, los cuales afirman que utilizó a los agentes ministeriales que el día de los comicios presionaron a la gente para obligarla a votar por la alianza opositora que encabezaba.
Más allá de la “guerra de declaraciones”, hay tribunales donde se debe dirimir toda clase de diferendos. Y aunque no es lo ideal para los ciudadanos que participaron activamente con su voto, la posibilidad de judicializar las elecciones está dentro de lo establecido por la ley.
De eso a acusar sin pruebas en la mano es muy diferente. Si Adrián o alguien de su equipo cometió algún ilícito deberá 1) demostrarse para que puedan actuar en su contra y 2) si llegara a comprobarse, pues entonces sí revertir el resultado.
Los políticos de la vieja guardia siempre tenían claro que una cosa es ser adversario y otra muy distinta ser enemigo. Poner la discusión a ese nivel habla de un antagonismo exacerbado que solo polariza a la sociedad y eso a nadie le conviene.