Cuando anunciaron la “cacería” contra las placas foráneas y específicamente los conductores correlones, sentí que era una medida buena, pero con tintes de prejuicio puesto que afirmaron que una cosa estaba ligada a la otra.
La sorpresa que se llevaron las propias autoridades del estado fue reveladora. Un automovilista poblano tenía 200 fotomultas por exceso de velocidad, y en ese operativo fue detectado y por supuesto su vehículo confiscado.
Sin duda se trata de una medida buena, porque con frecuencia, cientos de conductores con placas de otros estados violan los reglamentos en avenidas principales como el Atlixcáyotl, Periférico Ecológico, o el propio Bulevar Atlixco.
Tampoco podemos generalizar que los jóvenes corren más que los adultos. La adrenalina que produce pisar el acelerador no tiene qué ver con la edad, sino con la sensación que le genera a algunos.
No debemos caer en estereotipos, ni mucho menos juzgar a una persona por su edad o posición social. Eso pasa en Estados Unidos, donde basta el color de piel para ser presunto delincuente.
Tampoco convertirla en una acción recaudatoria, porque perdería toda justificación y sentido, y la autoridad debe buscar el bienestar de la sociedad en general y nada más.
Por eso vi con agrado la suspensión de los retenes antialcohol, aunque en algunos municipios metropolitanos se pasaron por el arco del triunfo la instrucción del vicealmirante Francisco Sánchez.
Es evidente que buscan recaudar, en el mejor de los casos, porque casi siempre es para extorsionar a los ciudadanos que se enfiestan, y ese dinero nunca llega a las arcas municipales.
Las fotomultas deben aplicarse sin distingo alguno de procedencia, y menos deben servir como una ventana, para que los malos elementos aprovechen la situación para hacer su agosto en diciembre.
