Estamos cumpliendo dos años de que llegó a nuestro mundo una partícula de código genético, ADN o ARN, encapsulada en una vesícula de proteínas, es decir un virus que le vino a cambiar el rostro a todo lo que conocemos, pero además vino a ahondar muchas dificultades que ya veníamos enfrentando como seres humanos.
Hoy el tema sanitario está más o menos resuelto, el bravío ataque del Sars-Cov2 dejó de tener los altísimos índices de letalidad y hospitalizaciones graves gracias a las vacunas desarrolladas en tiempo relativamente récord, se empieza a hablar de una endemia y la posibilidad de reaccionar de manera rápida a una enfermedad que tenderá a ser estacional.
Sin embargo, los efectos de la crisis sanitaria van más allá de sólo las afectaciones a la salud, a los sistemas de salud mundiales y a las pérdidas irreparables de vidas humanas pues se suma a ello un aumento en la brecha de desigualdad, tanto entre los países como entre las personas.
En cuanto a la salud también hubo un serio golpe a la protección social a los más vulnerables: pobres, mujeres, niños y trabajadores informales y a eso habrá que sumar también otros problemas como la salud mental, o el rezago educativo, también hubo un alza en la violencia familiar.
En lo económico hubo un retroceso importante, cierre de empresas especialmente micro y pequeñas, lo que trajo consigo la pérdida de empleos, entre otros factores que terminaron por afectar a la mayoría que se encuentra en condiciones de pobreza, en México el número de pobres aumentó en 10 millones y la clase media se redujo.
La CEPAL estima que tan solo en América Latina y el Caribe hay 209 millones de pobres más y 78 millones que pasaron a engrosar las filas de la pobreza extrema. Éstos son los asuntos que urgen atender y que desgraciadamente no vemos interés, ni en el actor principal de las conferencias mañaneras.
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