En el transcurso de estas primeras semanas de octubre, en las que los nuevos responsables de las secretarías del Ayuntamiento de Tampico han ocupado su puesto, amigos relacionados con el quehacer cultural en la ciudad, anteriores
empleados en la Secretaría de Cultura me han confiado la inquietud de “no sé si me permitan continuar laborando en Cultura si no me conocen”.
“Tu trayectoria hablará por ti”, le dije, conociendo el valor de sus aportaciones como miembro del personal de esa secretaría.
Sé que suena más a un deseo que a una posibilidad de que eso ocurra, porque se necesita que confluyan: una voz que narre, un receptor que aprecie la experiencia y talento, y una suerte de salvarse de ese proceso de depuración y sustitución que la práctica política conlleva en un cambio de gobierno.
Hoy, conversando con un gran maestro, referente de la historia cultural en el puerto, me dice: “hay buena disposición de los nuevos responsables, pero es empezar de cero”. Concordé en su apreciación.
Quisiera que fuera un mito esto de empezar de cero, pero no lo es. Porque el no conocer a la persona, su trayectoria, su historia, desgasta el ánimo de quien se ha constituido como persona de valor.
Tener que ganarse lo ya ganado, no recibir el respeto y apertura, la oportunidad de ser y hacer, en su justo valor presente, sino ser un desconocido sin justo aprecio en el universo que se habita, desanima.
Hoy nos presento a todos para ser reconocidos: Quiénes somos los artistas y escritores, curadores, promotores y divulgadores culturales sino los que han construido la noción de Cultura que flota en el aire del puerto.
Quiénes somos sino los cuidadores del fuego, estro vital que nos conserva humanos en la selva de las banalidades.
Llegan nuevos tiempos y nuevos rostros a un campo ya cultivado. Es menester el cuidado de sus raíces, su follaje y frutos. Es menester admirar sus flores y las aves que cantan en sus árboles.
Es necesario abonar y proteger, crecer y profundizar, expandir el paisaje sin talar. Saber que no somos mineros sino marineros, agricultores y pescadores; sembradores en agua y tierra, aves de cielo amplio abierto al viento, no somos de montaña, somos seres de barro, de sal, de arena, y de maíz.
La noción del tiempo circular siempre regresará el pincel al lienzo y la pluma al verso, mientras la ciudad busca la salida del laberinto del progreso en el que se ha extraviado.