En las siguientes horas, pasado el huracán Otis en Acapulco, los ojos del mundo estuvieron observando con asombro el robo masivo y tumultuoso de todos los negocios o comercios que quedaron con las protecciones destruidas o expuestos sus productos al pillaje, pero además sin el resguardo de las fuerzas de seguridad.
Se trató de una acción operada con alevosía, que significa según el diccionario: “La circunstancia de haberse asegurado quien comete un delito, de que no corre ningún riesgo que pudiera provenir de una reacción defensiva por parte de quien
es atacado”.
Trasgrediendo, por lo tanto, el equivalente al artículo 407 fracción VIII de nuestro Código Penal, que castiga de tres a 12 años de prisión “cuando se robe a las víctimas de catástrofes o de accidentes aéreos o con motivo de tránsito de
vehículos”.
Esto en términos coloquiales se le llama pillaje o rapiña, el aprovechamiento de una circunstancia para apoderarse de bienes de quien en los supuestos descritos, queda indefenso ante esa innoble acción.
En unas pocos horas que duró la “marcha triunfal de la cobardía y ausencia total de solidaridad” de los habitantes de Acapulco cuyos atuendos reflejaban pobreza pero su acción, vileza, dejaron vacíos los grandes negocios como los supermercados, pero también pequeñas tiendas y todo tipo de comercios cuyos artículos tienen precio en el mercado, tales como refacciones, lentes, medicamentos, ropa, etc.
¿En dónde quedó el etiquetado por la oficialidad “pueblo noble y bueno”? ¿Y la famosa y espontánea solidaridad del mexicano promedio?
Ciertamente en esa masa amorfa y ladrona, no. Toda apropiación de un bien ajeno es un delito, que en algunos casos se puede justificar pero no exime lo ilegal, como cuando alguien roba alimentos por extrema necesidad.
Ahora veamos el resultado de un estudio realizado en 2019 por académicos de las universidades de Michigan y Zúrich, el cual publicaron con el título de “Honestidad cívica en el planeta”.
Propósito: medir la relación costo-beneficio entre los comportamientos egoístas y altruistas; el experimento: abandonaron carteras, con y sin dinero, en plazas públicas para después registrar en qué culturas se devolvía más.
De 40 países, Suiza, Noruega y Dinamarca fueron en donde más se devolvieron las billeteras. México se ubicó en el lugar 29. Imposible no sentir vergüenza.
Conclusión: en tiempos de crisis, la gente se vuelve más egoísta y desconfiada… de ahí la actual rapiña. Ante el desastre, las autoridades han fallado en generar confianza.