Ciudad Victoria se desmorona por partes iguales: un bache aquí, un drenaje reventado allá, una lámpara fundida al fondo. Llevamos años documentando el deterioro en conversaciones de sobremesa, en grupos de WhatsApp, en silencios resignados.
Ahora un colectivo local propone algo distinto: convertir la ruina en votación pública. La idea es simple: fotografiar la calle más deteriorada de su colonia, subirla a redes sociales, y permitir que la misma comunidad elija a la peor.
La que acumule más apoyo recibirá un diploma simbólico y, tal vez, una vela para alumbrar lo que el municipio dejó a oscuras.A primera vista parece una broma de mal gusto. Pero la broma tiene filo. Porque el ejercicio no busca premiar la decadencia; busca cartografiarla.
Cada foto geolocalizada es un punto rojo en un mapa que nadie en el palacio municipal quiere colgar en su pared. Cada voto es un recordatorio de que el abandono no es abstracto: tiene dirección, nombres de vecinos, historias de usuarios afectados y niños enfermos por agua estancada.
Cuando el mapa esté completo, la excusa de “no sabíamos” se volverá insostenible. El presupuesto habla solo. En 2024, el rubro de conservación vial apenas superó el 1.7 % del gasto total del ayuntamiento, según la Cuenta Pública.
Eso equivale a menos de 40 pesos por habitante al año para mantener las arterias de una ciudad que crece desordenada. El resto se va en espectaculares, en eventos efímeros, en obras que se anuncian con renders y se olvidan con la siguiente lluvia.
Mientras tanto, las colonias populares acumulan años sin repavimentación; las avenidas principales se parchan con asfalto frío que dura lo que un suspiro. Y, aunque un concurso de redes sociales no repara calles y nadie pretende que lo haga, sí puede obligar a mirar.
Por eso invito a los victorenses a participar sin ironía cínica. Salgan con el celular, registren la vialidad que mejor represente el olvido de las autoridades y su deber para hacer valer nuestro derecho a la ciudad y etiqueten a @JWCdVictoria, los responsables de este concurso.
Participar en este ejercicio es, en el fondo, reclamar nuestros derechos como ciudadanos y que Victoria ignora sistemáticamente. El derecho a la ciudad no es un slogan académico: es la facultad de habitar un espacio seguro, transitable, iluminado, donde el peatón no sea un intruso y el presupuesto responda a necesidades reales.
Documentar el deterioro no puede reducirse a una simple queja, es ejercer nuestra ciudadanía activa, obligar al Estado a cumplir su parte del contrato social. Y si el mapa resultante demuestra que las calles más votadas coinciden con las colonias de menor ingreso, tendremos la prueba irrefutable de que el abandono es también exclusión.
Porque el derecho a la ciudad no se gana con discursos; se gana con pruebas que nadie pueda ignorar.