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Lula no es un santo

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Jair Bolsonaro ha sido un terrible presidente para Brasil y no debería ganar la segunda vuelta electoral del 30 de octubre. Es un político racista, machista, armamentista, homofóbico, negacionista del covid-19 y del cambio climático, con mal manejo de la economía y las relaciones internacionales, investigado por corrupción y que ha devastado la Amazonía. Dicho esto, también hay que decir que 43.2 por ciento de la población brasileña que votó por él en la primera vuelta no necesariamente apoya todas estas políticas y sinsentidos, sino que no quiere que el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva regrese al poder.

En enero de este año ya lo decía la periodista brasileña Sylvia Colombo en un artículo en Post Opinión: “En una comparación sencilla es fácil concluir que Bolsonaro es un gobernante nefasto y que su gestión es fallida, mientras que los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) —incluidos los dos periodos de Lula— llevaron a Brasil a tener 13 años de un proceso de inclusión social y reducción de pobreza jamás visto en el país. Pero también es necesario reconocer que Lula tiene tintes antidemocráticos a los cuales los brasileños deberían estar atentos, y que no se le puede dar todo el poder presidencial sin una crítica de por medio”.

En redes, a Sylvia le llamaron desde bolsonarista hasta fascista por señalar un tema muy claro: los gobiernos del PT hicieron cosas muy buenas, pero también tienen un legado de corrupción, opacidad y manejos de dinero poco legales. La investigación del caso Lava Jato, si bien se politizó, también dejó ver un sistema corrupto, donde millones de dólares se movieron ilegalmente, y al que Lula —mínimamente— no enfrentó.

Lula pasó 580 días en prisión —y no pudo participar en la anterior elección presidencial— tras haber sido declarado culpable de corrupción pasiva y lavado de dinero. El Supremo Tribunal revocó las condenas porque no se respetaron sus derechos durante el proceso, pero nunca señaló que fuera inocente. Su sucesora en la presidencia, Dilma Rousseff, fue destituida por el Senado acusada de manipular el presupuesto federal para intentar ocultar los problemas económicos del país. Y el presidente que entró en su lugar, Michel Temer, vicepresidente de Rousseff, fue detenido también por una investigación de corrupción.

El triunfo de un militar de derecha con nostalgia por la dictadura brasileña como Bolsonaro no se explica sin el hartazgo de la población hacia ciertas políticas del PT. Y decirlo no significa apoyar a Bolsonaro. Como dijo Sylvia: “Es un discurso dañino para la democracia insistir en que a la izquierda no se le puede criticar porque los demás serían peores. Es pedir un cheque en blanco a quienes lo apoyan”.

Las encuestas señalan que Lula va adelante en la intención de voto con pocos puntos de diferencia. Probablemente tenga otros cuatro años para intentar hacer de Brasil un país menos desigual, pero eso no significa que el bolsonarismo esté muerto, pues los partidos afines obtuvieron la mayoría en el Congreso y también gubernaturas importantes. 

Lula y sus funcionarios (y sus simpatizantes en la izquierda latinoamericana) deberán hacer una autocrítica y gobernar sin permitir la corrupción de sus gobiernos anteriores, pues el bolsonarismo acecha para tomar el poder de nuevo.

Mael Vallejo

@maelvallejo


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Mael Vallejo
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  • Mael Vallejo es periodista. Director de estrategia digital de N+. Su columna se publica cada 15 días (viernes).
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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