Ciencia y Salud

Corazón

  • Para Reflexionar
  • Corazón
  • Luis Rey Delgado García

Generalmente buscamos un lugar del cuerpo donde decimos que se encuentran las emociones, así el corazón se ha identificado con el mundo de los sentimientos. 

Las personas con «un buen corazón» son aquellas que tienen «buenos sentimientos».

Alguien que no es capaz de sentir dolor cuando otros sufren, o alegría cuando otros se alegran; “le falta corazón”. 

Se afirma que «lo efectivo es lo afectivo». 

La publicidad se dirige hacia el corazón de las personas para moverlos hacia el objeto de la publicidad. 

En el evangelio de Mateo se afirma que «Donde esta tu tesoro allí estará tu corazón» (Mateo. 6, 21), y también puede ser leída en sentido inverso: «donde está tu corazón allí́ estará tu tesoro»; Por ello entendemos que mover el corazón de las personas es movilizar sus deseos conectados con su pensamiento y con su acción.

La mercadotecnia y la publicidad generan deseos que se transforman en necesidades, estamos dispuestos y gastamos energía, horas de trabajo y desvelos por adquirir aquello que nos han vendido. 

Asistimos a una especie de «secuestro de nuestro corazón» por el “marketing”. Vivimos presos de deseos que nos distraen de poner el corazón en la construcción de un mundo más justo y solidario.

La forma de liberar a nuestro corazón de este secuestro es acercarnos al dolor de los demás y dejarnos tocar por él. 

Así comenzamos a poner nuestro tesoro en otro sitio, pasando del «yo» al «nosotros», de una vida centrada en mí a una vida vivida desde la óptica de los que peor lo pasan, estar al lado de los heridos por la vida, compartir con quien carece de lo necesario, permanecer junto al enfermo, al anciano, al excluido.

Mirar más allá de nuestras bardas, ir a la periferia de nuestras ciudades, acercarnos a los que menos tienen, y para ello se requiere una especie de corazón nuevo, aquello que se prometió en las sagradas escrituras, “les quitaré ese corazón de piedra y les daré un corazón de carne”. (Ezequiel 36, 26)

Un corazón libre para sentir como propio el dolor de otros. 

No habrá cambio sin conversióńn del corazón; sin esta convicción sentida, el orden jurídico y político es impotente incluso para defender los aspectos mínimos de la dignidad.

No hay hombre nuevo sin la renovación o conversión del corazón; ahí́ radica nuestra más profunda autonomía, para que el estado de cosas que no nos agradan, las injusticias, la deshonestidad, la falta de autenticidad cambien se requiere un cambio en el corazón de las personas, una conversion del corazón. 

La ética del cuidado y de la compasión es necesaria para que se produzca un cambio ya que nuestro corazón está conectado con nuestro pensamiento y con nuestra acción.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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