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Escuela: la culpa de las arrugas la tiene el espejo

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La pandemia pescó a la educación mexicana con todos los factores de riesgo posibles: el equivalente a edad avanzada, diabetes, hipertensión, males hepáticos, insuficiencia renal, problemas respiratorios y lo que quieran. La dejó intubada y a la fecha no se sabe si saldrá viva. Además, ella misma se negó a cuidarse, a ir a consulta o replantearse su modo vida, hasta que cayó en el pabellón covid, aislada y con atención deficiente. A cada intento de sacarla del encierro, le viene algo.

Ya a fines de siglo se le veía destanteada. La globalización puso frente a la escuela nuevos desafíos para los que no se había preparado. Ni en cuanto a los fines de la educación, ni las metodologías, ni los contenidos. Ni tecnologías, ni organización sindical, ni gestión escolar. Ni liderazgo.

Se empezó a hablar de evaluaciones nacionales e internacionales tal vez con la esperanza de que, al ponerlo frente al espejo, el sistema educativo viera sus propias arrugas. E hiciera algo para corregirlas. A partir de 2000 se han aplicado cada tres años las pruebas PISA a una muestra de quinceañeros para medir sus competencias en lectura, matemáticas y ciencia. Quedamos en los últimos lugares entre los países de la OCDE (y algunos otros) y desde entonces los puntajes no han cambiado.

Según las investigaciones que acompañan a esas pruebas, en México hay una relación clara entre bajo desempeño y nivel socioeconómico. Y un dato curioso: la mayoría de los estudiantes que participaron en 2018 se considera feliz. Solo que cree que poco se puede hacer para mejorar su inteligencia: los alumnos tienen baja mentalidad de crecimiento.

Tras los primeros resultados desoladores, Vicente Fox y su secretario de Educación Reyes Tamez lanzaron, para facilitar la docencia y el aprendizaje, el proyecto Enciclomedia. Se quedó a medias: ya en 2008 le habían extendido su acta de defunción porque la tecnología no había sido bien recibida en el aula.

Felipe Calderón firmó con Elba Esther Gordillo su Alianza para la Calidad de la Educación. Duró un par de meses. Tras las primeras evaluaciones de los docentes, Gordillo puso freno al proyecto (y a la carrera de Vázquez Mota en la SEP). Los maestros se sentían culpados por los bajos resultados.

Enrique Peña Nieto hizo otro intento. Comenzó por poner en prisión a Gordillo, antes de lanzar su Reforma Educativa. Fue calificada de mera reforma laboral por los maestros y cuando el secretario Aurelio Nuño comenzó a hablar de educación, era demasiado tarde.

López Obrador decretó borrón y cuenta nueva buscando exculpar a los maestros. La culpa de las arrugas la tenía el espejo. Cuando apenas se rotulaban los nuevos membretes llegó la pandemia. Se cerraron las escuelas y no hubo quien tuviera un punto de vista que enriqueciera el debate. Después de año y medio, las consecuencias se conocen: desigualdad, rezago, abandono escolar, pérdida de infraestructura. Y el riesgo de una generación perdida.

Empezar desde bajo cero, con poca energía y muchos males: es el reto más fuerte con el que se habrá enfrentado la educación mexicana en su historia. Y no se ve quién o quiénes puedan impulsar y guiar esto que está destruido. No hay manera de ser optimista hoy en educación. _

Luis Petersen Farah

luis.petersen@milenio.com


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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