Ni modo, por su ubicación geográfica a la selección mexicana de futbol le toca jugar en la Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Futbol, la Concacaf, donde a pesar de algunos altibajos, históricamente ha sido el mandamás, aunque también se ha aprovechado de su ubicación para calificar constantemente a los Mundiales de Futbol.
La posibilidad de que en un futuro Concacaf y Conmebol se unan en una sola confederación, sigue en eso, no hay nada en concreto, aunque desde luego eso le permitiría al conjunto Tricolor elevar su nivel, pues no es lo mismo eliminarse con Honduras, El Salvador, Trinidad… con el respeto que merecen estos países, a se imaginan hacerlo ante Argentina, Colombia, Brasil… Pero insisto, sigue siendo un proyecto nada más.
La realidad es que en este momento debe disputar la Copa Oro, torneo que ha ganado en siete oportunidades, y en el que en la edición de 2019 ya debutó goleando a la débil representación de Cuba, quedándole partidos frente a Canadá y Martinica en la fase de grupos.
En este certamen solo Costa Rica y Estados Unidos suelen complicársele a México, es una justa con participantes de muy bajo nivel, de ahí que futbolísticamente no hay ningún beneficio.
A la par se disputa en Brasil la Copa América, certamen en el que también nuestro país ha participado, pero debido a la brillante idea de la Concacaf de organizar la Copa Oro cada dos años, los calendarios se empalman, por lo que México debe competir en la zona que le corresponde.
Qué ha de decir Gerardo Martino, entrenador del Tricolor, de enfrentar a Cuba y Martinica, cuando en su trayectoria dirigió proyectos de una mejor calidad. Ojalá el Tata saque buenas conclusiones, que los nuevos elementos aprovechen la oportunidad y demuestren que tienen la capacidad para asumir el tan mentado cambio generacional de los verdes. Muy poco para rescatar, más allá de los dólares, cuando se juega en la zona futbolística más pobre del mundo.