Una vez más, ésta abollada esfera sobre la que alrededor de 2 millones de especies vivas diferentes, (incluidos el que esto escribe y quien ahora lo lee), viajamos por el cosmos a 107 mil kilómetros por hora, hacia un destino totalmente desconocido, ha completado otra vuelta alrededor del sol, con lo que según los científicos, nuestra acuosa nave terrícola ha realizado dicha circunvalación por 4,600 millonésima vez.
Un lector escéptico ya se habrá preguntado: ¿y cómo puede afirmarse tal precisión y veracidad en tan astronómicas dimensiones?
Pues sí, todo son solo cálculos qué, desde que la ciencia se volvió humilde a fuerza de cometer y tener que enmendar errores, se curó en salud declarando que las llamadas “verdades científicas”, son válidas “mientras no se demuestre lo contrario”.
De manera que dejando de lado dichas proporciones incomprensibles, vayamos a nuestro reducido calendario humano, que considera nuestra presencia en la tierra como especie (homo sapiens) en sólo 200,000 años, aunque solo 5,300 y pico de esos años (o vueltas al sol) desde que se inventó la escritura en 3,300 a. de C. y con ello la documentación histórica.
Lo cierto es que todos, científicos, místicos, artistas, potentados, letrados o ignorantes, conmensuramos nuestra vida con sus logros y fracasos, en función de esos mismos lapsos siderales de tiempo, vida que según estudios recientes, se reduce sólo a un promedio de 73.4 años, o sea; una microscópica parte de las cantidades antes descritas.
No obstante, ni el conocimiento de nuestra reciente e insignificante (en términos cósmicos) presencia en este planeta, ni la evidente brevedad de nuestra existencia en nuestro mundo, hemos aprendido a valorar y aprovechar mejor el tiempo y la vida de los que disponemos.
Tal vez, ahora que en nuestro pequeño calendario personal recién terminamos una vuelta más al sol, resulte oportuno reajustar nuestros propósitos de año nuevo, recordando que es muy corto y se va muy rápido el tiempo que realmente tenemos para vivir la vida con plenitud.
