Entre todas las dificultades que representa ejercer la maternidad en México, hay que nombrar la cadena de injusticias sistemáticas y violaciones a derechos humanos que viven las madres buscadoras.
Las cifras de las personas desaparecidas no son claras, pero se calcula que actualmente son alrededor de 100 mil. Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad señala que las tres entidades del país con mayor tasa de desaparición de personas son Michoacán, Jalisco y Estado de México. También reporta que, de cada 10 desapariciones registradas, 7 de ellas corresponden a hombres y 3 a mujeres.
La lucha de las madres buscadoras es consecuencia del fallo sistemático de las instituciones, cuyos esfuerzos han sido insuficientes para subsanar las desapariciones que, de hecho, se han convertido en un fenómeno creciente al que no vemos fin.
Las madres, en contestación, dieron ejemplo de que la voluntad de búsqueda es mayor cuando hay implicaciones afectivas, donde las políticas públicas no las consideran y las leyes no han provisto de soluciones.
Una de sus frases es que no buscan culpables, solo quieren encontrar a sus “amores” como les nombra Tranquilina Hernández. Sus métodos, muy propios, responden entonces a esa necesidad y, seguramente sin quererlo, dan uno de los mayores ejemplos de preservación de la dignidad humana.
En conjunto con otros colectivos también promueven el derecho humano a ser buscado o buscada, para que las autoridades correspondientes realicen acciones de manera pronta y coordinada para la localización de personas, así como protocolos para el restablecimiento de sus derechos.
Este año marcharon el 10 de mayo con la consigna “nada que celebrar” porque, claro, ¿cómo celebrar sus maternidades con la ausencia de sus descendientes? Pero como sociedad sí debemos reconocer y apoyar su lucha, porque una de las mayores injusticias de la maternidad es vivir en una búsqueda activa por encontrar a quien te llama “mamá”.