El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres y es, también, el comienzo anual de la campaña de los 16 días de activismo que se extienden hasta el 10 de diciembre, fecha en que se conmemora el Día Internacional de los Derechos Humanos. Dicha jornada es aprovechada por distintos sectores de la sociedad, incluyendo a las ONG y las instituciones gubernamentales y educativas para realizar actividades acordes.
El problema de esto es que la lucha por la erradicación de las violencias, en plural, contra las mujeres, también en plural, es que no bastan 16 días al año de acciones cuyo principal eje es la divulgación. Hace falta ir más allá.
A pesar de los mensajes de apoyo a la agenda del feminismo, pocas son las acciones concretas que atienden las necesidades reales de las mujeres para la erradicación y la prevención de las violencias contra ellas.
El movimiento estudiantil que se apura en el estado, por ejemplo, ha tenido una propulsión intrínseca por las denuncias de las estudiantes, por experiencias que ellas han experimentado en las dinámicas en su paso por la educación superior.
En el caso de la UAEH, muchas de dichas denuncias han sido pasadas por alto, aumentando a la lista de violencias la revictimización leída a través de los comunicados de la casa de estudios y la indiferencia de parte de las autoridades.
La ausencia de diálogo ha sido sostenida a lo largo de los últimos meses, cayendo en la omisión y alejando el acceso a la justicia a través de sus órganos internos.
Cuando una institución, como lo es una universidad, destaca su apoyo en carteles publicitarios, pero en la práctica no se traduce en un cambio significativo en la cultura institucional y las políticas internas, se crea una desconexión que afecta la credibilidad. Si no se incorpora un trabajo integral permanente y sostenible a lo largo de todo el año, las acciones ejercidas durante esta campaña de 16 días de activismo no tendrán un impacto en la realidad.