¿Es el tiempo una medida, un espejo, un instante? El año de 1991 parece tan lejano, escuchábamos a Guns N’ Roses, Elton, Eros… y un día por minutos se oscureció el país.
Más allá de los malos augurios, millones de mexicanos nos preparamos para vivir el eclipse total, contemplar el anillo de diamantes que se formaría con el sol a las 13.40 horas.
Temprano, volando como los sueños que huelen a rocío, nos fuimos al DF. Nos subimos al metro rumbo a Indios Verdes, para después tomar un autobús a las pirámides de Teotihuacán. Pudiendo quedarnos allí, y vivir la experiencia en el Templo Mayor. Queríamos estar en la Calzada de los Muertos, en la Pirámide del Sol.
Tardamos horas para llegar, si normalmente se hacen cuarenta minutos, íbamos lento, muy lento como un gusano tratando de subir al Everest, nos dejaron en unos potreros, que atravesamos entre yerba, excrementos y una angustia porque no estaríamos en la zona arqueológica al momento del eclipse.
Cuando finalmente llegamos, a la Pirámide del Sol no le cabía un alma, entonces optamos por un montículo que se encontraba a un lado, unas radiografías cortadas fueron el filtro, para no ver directamente al astro rey, sino el hechizo de la luna, que voluptuosa se interponía entre el Sol y la Tierra.
En el momento justo, la temperatura comenzó a descender, se oscureció y lo nublado no permitió ver totalmente el fenómeno, se comenzó a escuchar: México, México, México, éramos los miles gozando de la magia de la naturaleza y la grandeza de la cultura en conjunto.
La Nikon capturó ese instante del cielo oscuro y después de revelar las fotos, vimos que había unas luces, distintas, mi hermana y mi madre han insistido en que son ovnis. Una experiencia que no volvería en 30 años, los niños del pueblo cercano dijeron que no lo vieron.
Pronto será 2023 y otra vez, nos toca vivir esa maravilla, ahora en Yucatán, esos niños hoy serán padres, nosotras abuelas, bisabuelas, con un corazón festivo como ese día.
Es época de compartir anécdotas en la sobremesa, en los convites de la víspera de la Navidad. Mientras… la luz inunda los ojos amorosos de doña Irma, Isabel, María Luisa, Elena, Olinda, los nuestros, que miramos el tiempo como un instante fugaz.
¡Feliz Navidad! Carpe diem. _