¿Quién cuida a las que cuidan? Fue la pregunta que me hizo Caro, amada psicoterapeuta que me estaba atendiendo al yo estar pasando por un episodio de síndrome de desgaste emocional (burnout) durante mi trabajo al atender a mujeres en situación de violencia.
El hablar de autocuidado pareciera un privilegio cuando hay necesidades urgentes al estar ocupadas en que se garantice un acceso a la justicia, apoyar en una marcha o hacer un plan de seguridad emergente por violencia severa para una consultante.
Sin embargo, convivir diariamente con la discriminación, frustración, desesperanza, violencia y marginación, nos convierte en trabajadoras en riesgo; es por ello que, el autocuidado se convierte en una responsabilidad esencial e innegociable para nuestra salud integral y promover una cultura del “buentrato”.
Se difunde la definición de autocuidado como “una práctica radical en la que se prioriza el bienestar físico, mental y emocional propio ante cualquier otra cosa”.
Radical, por los aprendizajes de género tradicionales acerca del cuidado, sumado a los modelos económicos actuales que obstaculizan la atención a nosotras mismas.
Hoy, donde esperanzadoramente hay más personas desde su labor influyendo y donde existe cada vez más gente interesada en aprender de incidencia, es importante poner sobre la mesa el tema de autocuidado como:
Una necesidad básica de existencia, un derecho y un medio para acompañar desde la horizontalidad que ofrece la práctica feminista.
“Bientratar” a nuestro cuerpo, emociones, acciones y relaciones para bientratar a las demás personas es una regla de oro para nuestro incidir CON las mujeres y personas en situación de víctima.
Dale cabida a la alegría, a la autovaloración, al placer y a la amabilidad hacia nosotras mismas para no llevarnos el trabajo a la casa, y no hablo de trabajar literalmente en casa como hoy en día lo hacemos, sino de llevarnos esas afectaciones de violencias a nuestras relaciones y áreas de vida.
Recordatorio: El mensaje de justicia comienza contigo misma.
@incidefemme