Cultura

Vargas Llosa: vender el alma al diablo

  • Malos modos
  • Vargas Llosa: vender el alma al diablo
  • Julio Patán

Abran la última novela de Vargas Llosa, Cinco esquinas (Alfaguara), lean las primeras diez páginas y díganme que el caballero no está en plena forma. El arranque, impecable, a ritmo sostenido, compacto, deliciosamente lúbrico, está a la altura de sus mejores novelas. Luego viene esa arquitectura narrativa, sólo aparentemente fácil de levantar, en la que hace caber mucho de lo que lo distingue como gran novelista: la provocación sexual juguetona y llena de socarronería, como la leímos en Pantaléon y las visitadoras, por ejemplo; la crónica política en contextos históricos reales que sin ser una reflexión nos ayuda a hacerla, mejor si es en el Perú —en este caso los días negros de Fujimori y Vladimiro Montesinos, no muy lejos de Lituma en los Andes; o el escepticismo frente a la "civilización del espectáculo" —nombre de uno de sus libros recientes.

No encuentro explicaciones racionales a lo de Vargas Llosa. Tiene que haberle vendido el alma al diablo. Porque en efecto, como sugieren los medios que han volteado hacia él en las últimas dos o tres semanas, sobrevive a todo sin dar señales de fatiga. A pocos días de cumplir 80 y con dos o tres novelas no muy logradas en los últimos años, da un manotazo en la mesa. O habría que decir: otro manotazo. Hace pocos años, luego de un Cervantes, un Príncipe de Asturias y un Nobel, decena y pico de novelas, una disparatada candidatura a la presidencia del Perú que sin embargo dio lugar a uno de los grandes libros de memorias del último siglo XX —El pez en el agua— y varios libros de ensayo, decidió no sólo regresar al teatro como autor, sino incluso debutar como actor. Sin mencionar sus columnas. ¿Las siguen en El País? Dirán misa, pero no sólo sigue atento a lo que pasa con la literatura —le descubrí hace poco una lúcida lectura de Stieg Larsson—, sino sobre todo agudo en lo que tiene que ver con la política. Porque no nada más ha sobrevivido al fervor descerebrado de la mayor parte de sus críticos, esos que usan con demasiada facilidad el término fascista, sino también a todos los regímenes y dictadorzuelos que ha puesto en la picota salvo a Castro —que no pudo vender el alma al diablo porque no puedes vender lo que no tienes—: a Chávez, presumiblemente a Maduro y Evo que sobreviven pero van de ridículo en ridículo y de bajeza en bajeza, y a Fujimori o Pinochet, al que también —se olvida con facilidad— torpedeó sin contemplaciones.

Así que, sin más, felices 80 a Mario Vargas Llosa. Ojalá revele el secreto.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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