Significativamente, el triunfo de pajarracos como Trump, o de aberraciones como el brexit, nos azota justo cuando viven horas bajas el periodismo televisivo y el impreso, como significativo es que entre los primeros intercambios de tiros del nuevo presidente gringo, que por ejemplo se ha encargado de dinamitar la relación con México y de implementar una política migratoria protofascista en semana y pico —o sea de patear muy en serio el pesebre geopolítico, sin andarse con chiquitas— esté el que ha sostenido con CNN, el New York Times, el Washington Post o USA Today. Trump, sí, está en pie de guerra. Se ha referido a los periodistas como a “escoria” y como a “los seres humanos más deshonestos de la historia”; también dijo que no descarta vetar a algunos medios de la Casa Blanca, y que probablemente dé cabida mejor a, digamos, blogueros. Y es que no menos significativo resulta que su jefe de asesores sea Steve Bannon, que antes de incorporarse al “círculo anaranjado” —al entorno inmediato del hombre cheeto— era la cabeza editorial de Breitbart News, una página alternativa de extrema derecha.
Es evidente, por una parte, que los llamados medios tradicionales han tenido enormes dificultades para conservar a sus audiencias y conquistar a las nuevas. “Es que no veo la televisión”, algo más a menudo que “Ya no leo periódicos”, es una frase que me repiten una y otra vez jóvenes que así explican no conocer el noticiero que conduzco en Foro Tv. Nada personal, me caes bien, pero… Hay aquí una culpa grande de los medios tradicionales, sin duda. Toca ver, sin analgésicos, en qué hemos fallado. Por qué las audiencias voltean hacia otro lado. Y hacia Trump: hacia el espectáculo más vulgar, hoy entronizado.
Pero también es evidente que el periodismo que practican los reporteros televisivos o diarísticos, el de toda la vida, es todavía una fuente de molestias para los que detentan el poder político, el económico, significativamente proclives a lo alternativo, a lo antisistema. A Breitbart. El Times, el Post y CNN habrán cometido los pecados que se quieran, pero su pecado, ante Trump, fue exhibir, con datos en la mano, sus mentiras: retratarlo como uno de los seres humanos más deshonestos que existen. Fueron derrotados. El triunfo del cheeto fue un triunfo de la mentira. Pero la mentira, mal que bien, enfrente tuvo a los medios tradicionales. A la TV, a los periódicos. Su caída, hay que verlo, es la subida del lumpen político.
Conviene recordarlo la próxima vez que digamos, con ese dejo de superioridad, “Es que no veo la televisión”.