Cultura

Los óscares y Trump

  • Malos modos
  • Los óscares y Trump
  • Julio Patán

Se esperaban unos óscares sobrepolitizados. Hollywood está conocidamente en guerra con Trump, un personaje al que se le pueden regatear todas las virtudes del mundo, pero no la capacidad para protagonizar cada aspecto de la vida pública, para invadir todos los ámbitos. En tiempos de Hugo Chávez, el escritor venezolano Alberto Barrera me dijo que uno de los rasgos del Comandante era su capacidad para dominar las conversaciones, para no desaparecer nunca de tu vida; para sentarse, digamos, en la mesa de cada venezolano. Me parece que esa es una característica de todos los autoritarismos de corte populista, y Trump no deja de pertenecer a ese linaje. El dictador de vieja escuela puede ser un comunicador virtuoso, Fidel, o no, Franco: tiene al ejército de su lado, sin más. Aplasta. El populista tiene que convencer o abrumar con la palabra, sobre todo al principio de su reinado.

¿Fue por eso que Hollywood decidió en estos óscares no callar, pero sí hablar poco y más bien entre alusiva y elusivamente? Jimmy Kimmel, el conductor, lanzó dos o tres dardos graciosos —llamar "sobrevalorada" a Meryl Streep, recordar que el año pasado lo racista habían sido los óscares—. La presidenta de la Academia, Cheryl Boone, y Warren Beaty hablaron sobre el carácter incluyente, plural, sin fronteras, del cine y del arte. Significativamente, correspondieron a un iraní y un mexicano los posicionamientos más claros. El iraní es Asghar Farhadi, ganador por la mejor película de habla no inglesa, que se negó a ir a la ceremonia en protesta contra las políticas migratorias del hombre cheeto. El mexicano es Gael García, que se manifestó contra "cualquier muro" en su condición "de mexicano, de inmigrante y de trabajador", desde mi punto de vista —y sé que me van a crucificar— con buenos motivos y malas maneras: en tres líneas logró desplazar la atención hacia él, con una analogía dudosa.

Confiemos en que hubo una consigna o un acuerdo tácito en torno a contener las referencias a Trump. Hay buenas razones para pensar que a estas alturas es sensato no servir más de reflector o de altavoz a un narcisista sin llenadera. El propio García lo entendió bien mucho antes, durante la campaña, y lo dijo con claridad.

La otra posibilidad, terrorífica, es que a un gremio en principio inmune a amenazas, privilegiado, lo empiece a dominar lo que el economista Joseph Stiglitz encontró en el empresariado gringo reunido en Davos: el miedo, primerísimo rasgo de una sociedad caída en garras del autoritarismo. Ahí sí, empecemos a pensar en el exilio. Lejos. En China, por ejemplo.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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