Cultura

Ganas de odiar "Star Wars"

  • Malos modos
  • Ganas de odiar "Star Wars"
  • Julio Patán

Llegué al cine arrastrado por mis hijos, que hervían de entusiasmo, y con ganas de odiar el episodio VII de Star Wars, para empezar porque según se envejece uno encuentra cierto placer malsano en confirmar sus rencores. Y es que, como a cualquier cinéfilo, me quedó un mal sabor de boca luego de las tres precuelas que se hicieron desde el 99, unos petardos por el subnormal de Jar Jar Binks, por la ñoñería visual, por la frivolidad ya muy pasada de lanza de la espiritualidad que las permea, por las batallitas fallidas. Además, El despertar de la fuerza la dirige J. J. Abrams, que no solo es uno de los directores más anodinos del siglo XXI, sino que merece la condenación eterna por esa estafa mayúscula que fue Lost.

De hecho, según se acercaba la función me trataba de convencer de que mi odio tal vez pudiera hacerse extensivo a las tres pelis originales. "Seguro que estoy sobredimensionando el poderío sexual de Carrie Fisher con ese bikini", me decía mientras mi hijo sonreía al tiempo que lanzaba mandobles con un sable de luz invisible. "A estas alturas uno ya no puede comprar esa mezcla de budismo samurái y cristianismo alivianado", añadía, apelando a mis tendencias al ateísmo como refuerzo mientras la hora de entrar a la sala se acercaba y mi hija, ya puberta, radiante, se concedía un regreso efímero a la infancia.

Bueno, pues el odio se me frustró porque Abrams dirige con brío una épica a la que no hay mayor cosa que reprocharle, porque los personajes nuevos aguantan el tipo (hay mucho encanto en Rey, interpretada por Daisy Ridley), porque el autohomenaje que se hace la saga es de los que despiertan sonrisas.

Pero se me frustró sobre todo porque decir que odio las tres pelis originales significa traicionar mi historia. La verdad, me encantan. Me he recetado unas mil veces el episodio IV, y mi atasque con las dos siguientes ha sido apenas más moderado. Y, como casi a cualquiera, me han regalado grandes cosas: a la Fisher, sí, pero también la indiscutible profundidad de Darth Vader, la simpatía de Han Solo y la capacidad de los ewoks, esos guerrilleros, para arrancarle unas lágrimas a un conocido poeta de mi generación la vez que vimos la peli, ya en la licenciatura, entre tequilas. No diré su nombre completo, pero es mi tocayo, tiene casi mi edad y trabaja como editor.

Así que fuera máscaras, estimados amigos: vean el episodio VII y resígnense a disfrutarla.

Y, hablando de odio, noten que evité los spoilers.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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