Hasta no hace mucho, cada vez que buscabas información sobre el populismo leías que era un fenómeno distintivamente latinoamericano. No parecía desencaminada la idea. Estas tierras las gobernaron Perón, Getulio Vargas u Omar Torrijos, sin mencionar a un padre fundador, cierto que light, como Cárdenas. Las bases de lo que vendría después en AL quedaron sentadas con ellos. Destruyes la industria y el campo a punta de nacionalizaciones, haces consecuentemente trizas la economía y, al mismo tiempo, te gastas lo que se produjo durante el régimen anterior en promover el culto a tu persona y distribuir migajas entre la población, igualada en la pobreza y en la dependencia plena de un Estado que lo concentra todo.
Pero la idea sí estaba desencaminada. Estuvo en la FIL de Guadalajara Álvaro Vargas Llosa, coordinador de El estallido del populismo (Planeta). El orden al bat de autores es notable: tras el prólogo de Mario Vargas Llosa vienen Enrique Krauze, Sergio Ramírez, Yoani Sánchez, Carlos Alberto Montaner o Roberto Ampuero, hasta sumar 16, que hacen un mapa detallado del populismo actual entre Venezuela y la Nicaragua de Daniel Ortega, la Bolivia de Evo y la Argentina de los Kirchner… Y el Estados Unidos de Trump o el Reino Unido del brexit. Porque el populismo no es, no, un fenómeno exclusivo de este subcontinente. De hecho, tiene raíces antiguas, por ejemplo, en los Estados Unidos mismos, como nos enseña el propio Álvaro, y asoma su fea cara en todo el mundo, de Hungría a la Francia de Marine Le Pen, a la Alemania de la crecida ultraderechista a la España de Podemos.
No es un libro alegre, ciertamente. Describe y analiza una especie de invasión bárbara; la embestida de una triquiñuela ideológica que, en nombre de la igualdad y de la lucha contra la corrupción, deja países enteros, uno tras otro, sumidos en la división social y la miseria, pero también eventualmente en la represión abierta a lo venezolano y en la desigualdad, porque fabrica nuevas clases poderosas como la narco-oligarquía bolivariana o el único complejo militar-industrial que se conoce, que es el cubano. Lo que significa, por supuesto: sumidos en la corrupción desatada.
Pero es un libro necesario. Recomiendo enfáticamente que lo lean. Porque se cumple un año sin Fidel, visto en este libro, con acierto, como un populista cuyo legado miserable sigue bien vivo. Y sobre todo con la perspectiva de las elecciones del 18. Y es que México tampoco es inmune a esa enfermedad, como anuncian las encuestas.