Definitivamente el Consejo de la Crónica ha desaparecido en el estado. Sé que el cargo de coordinador es honorífico y que depende del Honorable Ayuntamiento. No sé más, pero he revisado las memorias y los nombres de quienes pertenecieron ―o pertenecen― al Consejo, muchos de ellos desgraciadamente ya no están ya entre nosotros.
Se ha hablado siempre de cuatro tipos de crónica en cualquier parte del mundo: la política; la histórica, la crónica de la vida cotidiana y la gráfica. En nuestro caso hemos tenido a reconocidos representantes, cuestión de visitar lo que queda de las hemerotecas. La crónica es la memoria de una ciudad. No conservarla es quedarse sin el pasado, sin el testimonio. ¿Habrá interesados en perderlo todo? No lo entiendo bien aún.
El tema surgió precisamente en una charla de café, en los portales, dónde más habría de ser, como dice Ángeles Mastretta en Arráncame la vida. Los historiadores mantienen una tradición pero no la difunden o a veces la distorsionan; la política igual, es un disfraz y quizá por eso me detengo y procuro buscar archivos en donde aparece la gráfica y el registro de la cotidianidad.
Voy por eso mismo a mencionar sólo algunos nombres que en ese terreno me han parecido auténticos e interesantes pero que casi nadie recuerda. Veamos:
Estuve atento ―en su tiempo― de las crónicas de José Luis Ibarra Mazari, en aquellos retazos tan divertidos que él llamó Balcones donde abarcaba todos los temas. Escuché atentamente la nostalgia que transmitía Urbano Deloya con un estilo muy propio; en lo social Ivonne Reseck de Luke y su columna “ué hay de nuevo Pussycat y no hablemos de la extraordinaria cronista en maquetas Teresa Nava. Interesados en buscar la Puebla de inicios y mediados del XX elaborada con madera, cuenda y Resistol por la señora Nava, la encuentran en El Estanquillo de Carlos Monsiváis quien compró esas maquetas en su momento. O bien, buscar el catálogo que publicó luego de una exposición en el Museo Soumaya.
No olvido la Puebla de los Ángeles hecha por los hombres de Adalberto Luyando, una invaluable colección fotográfica en blanco y negro que el autor nos dejó como testimonio y prueba de que el tiempo sí puede detenerse un poco.
Permítaseme mencionar a Abraham Paredes, fotógrafo que trabajó en diversos medios y por quien conocemos las imágenes de los sismos o de la furia del coloso Popocatépetl. No todo está perdido, volvamos a los archivos.