Club Rayados de Monterrey entró a la Liguilla con el cuerpo cortado de un equipo grande y el alma en vilo de un equipo pequeño. En el último momento, cuando clasifica sobre la hora y contra el calendario, sus jugadores encuentran en el instinto de supervivencia un espíritu que les conecta.
El equipo más caro y moderno del futbol mexicano descubrió la forma más antigua y sencilla de ganar: la unión, hacía su fuerza.
Monterrey jugó los últimos torneos hipotecando el título a una millonaria inversión en talento. A mayores cantidades de dinero, mayores expectativas levantaba. El tonelaje se multiplicó cada temporada convirtiendo sus rayas en pesados y agobiantes códigos de barras. Alrededor suyo se hablaba más del dinero, que del deporte. Hasta que un factor tan humano como la adversidad, le liberó de una inmensa carga de responsabilidad permitiéndole jugar como si no hubiera mañana. Monterrey se volvió poderoso en la Liguilla porque fue capaz de poner su rico talento al servicio de la humildad: juega con las grandes ventajas de una institución robusta y todos los pequeños detalles de una organización ligera.
No hay forma de comprobar en qué porcentaje se dividen los aspectos esenciales que dan forma a los campeones. Hay quienes se encomiendan al talento natural, están los que prefieren confiarlo todo a la preparación física, algunos apuestan por el aspecto emocional y otros consideran que el éxito depende en buena parte de una cuestión mental. Si dividimos el triunfo en partes iguales, concluiremos que se requiere una cuarta parte de talento, otra de entrenamiento, una más de pasión y el entero se completa con una cuarta de mentalidad. A Rayados le faltaba encontrar el equilibrio para completar la fórmula. Cuando el futbol se vuelve un juego de eliminación directa como la Liguilla, pesan mucho más los aspectos mentales y emocionales, que las capacidades técnicas y los talentos naturales. En partidos a ganar o morir, por lo general ganan los más fuertes, no los más buenos. No es una regla escrita, pero lo que guarda la cabeza y el corazón de un deportista, garantiza un altísimo porcentaje de éxito. Por eso y muchas cosas más, Monterrey es favorito esta Navidad.