Cultura

Libros para leer en una isla desierta

  • Paisajes abreviados
  • Libros para leer en una isla desierta
  • José Luis Vivar

En realidad la propuesta no es nueva, es más antigua de lo que podríamos suponer. Y a pesar de que algunos la consideran trivial, la intención es atractiva, sobre todo para los lectores de tiempo completo. Si por alguna razón pudiera viajar a una isla desierta y permanecer un año aislado del mundo, ¿cuál o cuáles libros seleccionaría para hacer más placentera su estancia?

En el pasado muchos escritores tenían coincidencias y se inclinaban por Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes; Hamlet de William Shakespeare; la Divina Comedia de Dante Alighieri; o incluso la Enciclopedia Británica. Obras clásicas universales y un tesoro de conocimientos eran suficientes para invertir el tiempo de la mejor manera.

Las nuevas generaciones de los hombres de letras todavía destacan algunos de los títulos antes mencionados, pero agregan a esa lista Cien Años de Soledad, de Gabriel García Márquez; Ulises de James Joyce; El Ruido y la Furia de William Faulkner; El Extranjero de Albert Camus; y otros quizás menos conocidos, pero no por ello carentes de calidad literaria.

El tema de la isla deshabitada se interpreta como una metáfora de aislamiento social, para disponer de un largo tiempo consagrado a la lectura. De sobra es sabido que las ocupaciones cotidianas impiden leer como se quisiera, y por eso más de un lector anhela estar lejos del mundo y entregarse al libro en turno.

En el terreno de la ficción existen ejemplos de esta experiencia de soledad placentera. Una de esas historias es “Por un poco de Tiempo” (Time Enough at last, Dir. John Brahm, 1959) que forma parte de la serie La Dimensión Desconocida (Twilight Zone, 1959-1964), y cuenta las desdichas del miope Henry Bemis, un empleado bancario y fanático de la lectura, pero cuya esposa odia los libros y todo material que sea posible de leer.

Las vejaciones a las que se ve sometido este hombre son constantes, pero él nunca pierde el optimismo y se las ingenia para leer a solas. Su suerte cambia cuando un día se encierra en la bóveda del banco y sucede lo que nunca se hubiera imaginado: una explosión nuclear destruye la ciudad en donde vive. Al salir de su refugio descubre que es el único sobreviviente.

A su paso encuentra ruinas de una biblioteca que conserva la mayor parte de su acervo libresco. Henry Bemis se convierte en el hombre más feliz de la tierra porque ahora sí tendrá tiempo de leer. Solo que esa dicha no es eterna, pues en un descuido tropieza y pierde sus lentes. La historia termina con este infeliz arrastrándose en el suelo buscando inútilmente sus gafas, mientras montañas de libros lo rodean.

A veces no hay tiempo para leer todo lo que se quisiera, pero el sentido de la lectura no será nunca la cantidad sino la calidad de los textos. Un libro por mes puede ser el principio de un hábito, y no es necesario irse a una isla desierta para disfrutarlo.

José Luis Vivar

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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