El cartujo tiene la cabeza llena de aflicciones. En sus largas noches de insomnio, en la oscuridad de su pequeña celda, piensa en el reciente viaje de AMLO con Claudia Sheinbaum en el Tren Maya. Su construcción —dijo ella— “es una hazaña histórica”. Tal vez, en lo más recóndito de su alma, ocultó la denominación correcta para ese costoso capricho de su amado maestro: no es una “hazaña” sino “una tragedia histórica” y ella, especialista en medio ambiente y cambio climático, lo sabe bien. No importa cuántas áreas naturales protegidas se declaren ahora ni cuántos sitios arqueológicos se rescaten en la infausta ruta ferroviaria. Diez millones de árboles fueron asesinados para construirla, ¿cómo se mira la devastación desde el poder y las amplias ventanas dellujoso tren? ¿A quién le importa la vida de los árbolesy de los animales silvestres en el sexenio de la violencia y la muerte, del desprecio a la ley?
El presidente en funciones y la presidenta electa disfrutaron “la belleza del viaje”, como dijo ella. Ojalá Sheinbaum hubiese tenido tiempo y ganas de asomarse a las cavernas y los ríos subterráneos destruidos en la realización de la “magna obra”, de escuchar y conmoverse con relatos como el de Adriana Malvido, quien el 29 de mayo dijo sobre su visita a la zona: “Aquí no se escuchan aves sino máquinas; […] sobre huellas de la vida maya, se alzan pirámides de balastro y las cuevas están sepultadas junto con sus ríos subterráneos, sus estalactitas, sus vestigios arqueológicos y paleontológicos”.
Eduardo Galeano (1940-2015), uno de los autores favoritos de AMLO, en su libro Úselo y tírelo. Nuestro planeta, nuestra única casa (Siglo XXI, 2023) escribió sobre la desdicha de los árboles viejos, tan poderosos como frágiles ante la brutalidad humana. Dice: “Estos árboles, estos gigantes añosos, llevan siglos clavados en lo hondo de la tierra, y no pueden huir. Indefensos ante las sierras eléctricas, crujen y caen. En cada derrumbamiento se viene abajo el mundo, y el pajarerío se queda sin casa”. Sin millones de casas en la ruta del Tren Maya. Pero viajar en él es una belleza.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.