Sociedad

Los senderos que se bifurcan

El laureado y connotado escritor argentino Jorge Luis Borges escribió en 1941 su obra de cuentos denominada “El jardín de los senderos que se bifurcan”. Conteniendo un cuento con el mismo nombre. Posteriormente en 1944 integraría algunos más en el libro que quedaría ya para la posteridad denominado “Ficciones”. Y con su peculiar estilo Borges nos abre la puerta de un universo primero enfocado al espacio que caminamos, y que luego termina siendo una alegoría del tiempo o más bien de los “tiempos” que vive cada persona.

Simulando una trama policial (con espías, perseguidores y perseguidos) el autor nos sumerge por unos instantes en los prolegómenos [pensamientos o acciones previas a algo más extenso] de lo que ahora reconocemos como “el multiverso”. Yo conocí de este cuento por un extraordinario amigo de la preparatoria -Roberto Aceves Ávila, ya fallecido- admirador o fan, como ahora se dice, de Jorge Luis Borges. Y no deja de intrigarme que en un cuento de pocas hojas el autor haya dejado tantos motivos de reflexión y de análisis en una obra señera que ha dado para ser estudiada por años con bastante atingencia. Si no, véase en internet la infinidad de paráfrasis que hay sobre la misma. Pero me interesa recalcar algunos puntos que nos pueden dar un motivo de reflexión en los momentos cruciales que vivimos (¿por qué será que nos parecen todos los tiempos así?).

Y sí, el cuento hace referencia a dos aspectos fundamentales de la vida: los laberintos y encrucijadas que a diario tenemos que caminar y posteriormente resolver optando por tomar una dirección en los caminos que se bifurcan, y luego las divergencias temporales del porvenir que debemos abrazar para seguir ese camino que nos toca andar en la vida; y poder cumplir la misión existencial que nos corresponde a cada uno en este paso momentáneo.

Y sí, la vida a veces se encarga de que en la propia tierra de Borges la ultraderecha haga su aparición en escena con Javier Milei al frente, y la realidad contradiga al autor que escribiera: “¿Usted va a casa del doctor Stephen Albert? Sin aguardar contestación otro dijo: ‘La casa queda lejos de aquí, pero usted no se perderá si toma ese camino a la izquierda y en cada encrucijada del camino dobla a la izquierda’… El consejo de doblar siempre a la izquierda me recordó que tal era el procedimiento común para descubrir el patio central de ciertos laberintos”.

Entonces el incesante laberinto que se opta por caminar, y en donde Borges sugiere tomar el de la izquierda, ha sido cambiado por sus compatriotas para ir a la ultraderecha.

El mensaje central del cuento consiste en que continuamente tenemos que optar por un camino cuando recorremos el jardín de los senderos que se bifurcan, y en el entramado del laberinto nos será muy difícil regresar atrás cuando la opción se haya tomado. La trama versa sobre la construcción de un laberinto infinito y de una novela también circular e infinita. Y se detiene a examinar con detalle esta frase: “Dejo a los varios porvenires (no a todos) mi jardín de senderos que se bifurcan” y sugiere el cuento que la imagen de la bifurcación es en el tiempo, no en el espacio, ya que: “en todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts’ui Pen [personaje del cuento] opta –simultáneamente- por todas. Crea, así diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan. De ahí las contradicciones…”

Por lo tanto, en el momento que vivimos, la realidad puede construirse e interpretarse de diversas maneras. Y lo concluye Borges con determinación en la ficción: “A diferencia de Newton y de Schopenhauer, su antepasado [según la trama del cuento de quien habla en primera persona: el espía chino Yu Tsun] no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. [¿el multiverso que hoy nombramos?] Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan, o que se secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades. No existimos en la mayoría de esos tiempos…”

Entonces dentro de esa infinitud de posibilidades, los argentinos actuales (paisanos de Borges, muerto en 1986) han optado por darle el poder a un “León” “Loco” o “Pelucas” –sobrenombres de Milei- optando en democracia por tomar el sendero de una patria que tiene que cortar con motosierra (alegoría de campaña de este hombre) con los políticos tradicionales, tumbar todo y construir algo diferente. Pero la disyuntiva del sendero que se bifurca ya no permite marcha atrás. ¿Las mayorías empobrecidas argentinas habrán escogido al verdugo? Lo veremos en cuatro años. Tiempos divergentes, convergentes y paralelos, diría Borges.


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José Luis Castellanos González
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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