El enfoque sobre el que quiero reflexionar hoy es el siguiente: ¿podemos borrar el pasado? Es decir, ¿tenemos la posibilidad de imaginar un rumbo distinto al que los historiadores señalan para el transcurrir humano? ¿y qué resultados habría de no haberse dado la evolución histórica de nuestra especie a la luz de guerras, luchas civiles y el sojuzgamiento y esclavitud de unos pueblos por otros?
Llevaría esto al ejercicio de suposición sobre como estarían hoy las grandes civilizaciones que fueron sojuzgadas por poderes colonizadores más fuertes, tan solo por ejemplificar: los aztecas, los incas, las tribus norteamericanas, canadienses, los hebreos, los congoleses, o las minorías étnicas del mundo que han sufrido expoliación y muerte por parte de sus mismos congéneres.
¿Qué hubiera pasado si Alejandro Magno, los romanos o los árabes no hubieran emprendido sus cruzadas guerreras de dominación y colonización? ¿O si los europeos no hubieran llevado a cabo invasiones y transportado esclavos de África a América?
¿Si la guillotina o la pólvora no se hubieran inventado? ¿O si la inquisición católica o su símil protestante no se hubieran creado? Al final la naturaleza humana es lo que persiste.
Las respuestas son tan ubicuas como personas existan: caben infinidad de conclusiones especulativas. Pero concretizando en términos políticos: la derecha asume que el sojuzgamiento trajo el brillo y progreso de la civilización. La izquierda resume diciendo que el sojuzgamiento fue tal, que las diferencias entre ricos y pobres llevaron a una terrible regresión en los territorios conquistados. Habrá alguien que hable o escriba con mejor discurso o redacción; alguien que lo explique de una manera, y luego quien lo haga de forma opuesta o diferente.
Pero en todos los casos, el resultado siempre será el mismo: lo irreversible del hecho pasado, del suceso histórico. No podremos cambiar lo acontecido por más disculpas que se pidan, y por más perdones que se otorguen. Los muertos (mujeres u hombres) ahí estuvieron; la esclavitud, los abusos, los saqueos, las pérdidas, la barbarie, el dolor: todo eso se dio. Pero también la inserción de viejos mundos en los nuevos (en las distintas épocas) trajo consigo nuevas ideas y potentes formas de concebir y hacer el mundo: el comercio, los avances técnicos y científicos, las leyes y su forma de aplicación, arquitecturas distintas; y religiones y filosofías nuevas. Al final todo esto se entrelazó.
El cambio en el devenir histórico fue irreversible. Hablamos castellano (o cualquier otra de las lenguas romances dominantes, derivadas del latín) porque imperó la condición de no hablar los idiomas nativos (salvo excepciones) y culturizar con el idioma dominante. Pero otras lenguas perduran.
Reclamar al pasado -y lo pasado- sólo produce frustración y desazón. Pensar igualmente que las luchas de liberación le dieron a mujeres y hombres la posibilidad de estar al nivel de sus opresores, (y que con ello el tema queda resuelto), vemos que no ha sido así.
Argumentar que pudo obviarse la revolución industrial con su cauda de consecuencias dañinas para la clase obrera; u omitirse, -previamente- la historia de nobles, hacendados y terratenientes abusando del esclavo, del siervo y del campesino (sin distinción de genero); para luego por un lado “exigir disculpas” o de otorgar, por el otro lado, “perdones”, solo nos lleva a una conclusión: lamentablemente la historia humana es injusta y cruel. Algo que siempre nos costará trabajo aceptar. Sin embargo, también ha tenido episodios luminosos y brillantes. Lo que podremos reflexionar también.