Parece cosa de encantamiento: un arcángel anónimo alquila una librería al filo del desahucio y promete mantenerla abierta y con estantes llenos. Contrata a un escritor en desgracia que doce meses después resucita con el corazón enmendado y otras rimas que se entrelazan con la vitalidad incansable de un joven cuentista y ensayista que procura reseñas verbales y una joven norteña con mantilla sobre la calva surrealista también prosista; entre ambos hacen tercio con un editante de bigotes en manubrio y el cónclave convoca ya semanalmente a una creciente multitud de lectores ávidos de leer hasta agotar sus dioptrías o bien compartir narraciones personales sobre todos los libros que han leído o releído.
El bosque intacto de estantería vetusta se ha ido poblando de ediciones primeras y reediciones, reimpresiones y novedades de ese milagro que llamamos libros que jamás han de perder su imperio como reino de la imaginación y la memoria, porque la creatividad contagiosa de los versos o la desgarradora aventura de una novela, condensada en cuentos o ensayos no ceden un ápice de su sortilegio aunque la mirada también acostumbre leer en pantalla o audífonos al andar. El milagro de los libros se multiplica al hablar de libros y lecturas, más aún los sábados con vermú de mediodía y abrazos en racimo. El milagro de los libros ha librado con magia y encanto la batalla infinita contra tanto enemigo impredecible: los jueguitos aturdidores de infantes incautos, las series interminables como nuevos culebrones de telenovela y en general el ocio en boga, la desidia descarada y el contagio constante de ignorancias.

La librería más antigua de Madrid cumple apenas un año y se une en solidaridad con todas las librerías del mundo que sobreviven al polvo, pólvora, polución y población ágrafa o amnésica. La librería más antigua de Madrid cumple apenas un año de resucitada vida para honrar la memoria de todos los libreros de tiempos pasados, los establecimientos que funcionaban como boticas al servicio específico de recetas particulares de novela, con un poco de cuento y muchos versos (de postre: seis ensayos y las crónicas que siempre resultan digestivas). La librería más antigua de Madrid se llama Pérgamo y espera cada semana a los feligreses de siempre, a los lectores ocasionales, a los mexicanos que huyen del Mal y los que vienen de visita… a todos, Pérgamo nos acoge con los libros abiertos.