
Te levantas del sofá de Muebles Troncoso, forrado en plástico, para ajustar las antenas de conejo del televisor que encendiste con el regulador de voltaje Koblenz. Los adultos piden que le bajes el volumen al anuncio de Hermanos Vázquez, aunque sea el Concierto de Aranjuez la musiquilla de fondo a la mesa en melanina ponderosa y en eso llegan las primas con los estrenos del Taconazo Popis y el vecino que presume sus Exorcista Canadá. Todo el mundo se calla en cuanto empieza el programa de Los Polivoces y los niños inventan un ruedo taurino con los cartones que protegen el pan dulce de La Veiga o Elizondo; la casa huele a atole de fresa y chocolate Abuelita… los comunistas comen carne de bebés y la virgen de Guadalupe se volvió a aparecer en una mancha de humedad del muro de la plaza de Coyoacán y Lupe Pintor defenderá el título en Madison Square Garden, donde por cierto debería cantar El Príncipe su versión de NiúYor NiúYor, y unas tías abuelas se metieron en sentido contrario en el Viaducto Miguel Alemán y mi amiguito Eugenio tiene boletos para el Circo Atayde y al día siguiente, una de ficheras que dicen que salen encueradas y que podemos entrar con unas cartillas militares falsificadas (además de que a Mancera ya le salió bigote) y al señor de la imprenta le reventaron la nariz con un balonazo de cuero, profesional como el yo-yo Duncan que le da la vuelta al mundo con un giro de muñeca en medio de los contingentes multitudinarios de burócratas y acarreados que llenaron el Zócalo en el besamanos colectivo con lluvia ácida de esmog miles de hules azules con capucha que ondeaban al son de las consignas gloriosas… pura prosa patriota del prístino PRI donde todo cabe en un jarrito sabiéndolo acomodar, Jarritos qué buenos son, como un elotazo con chile del que pica que vuela por las nubes negras, traspasando el tiempo en los espacios sagrados del pasado prehispánico, gota a gota, verso a verso, golpe a golpe, voto por voto en un marasmo mareador de tanto pretérito trasnochado en la noche de la iguana, lenguamocha, pellejoépato, populista, ágrafo autor de un libelo que podría titularse Mi marcha donde consigne su enrevesado cristianismo, falso franciscano de abyecta austeridad simulada, militarista, autoritario y ególatra que se me aparece como fantasmón —después de cinco décadas— como encarnación palpable de El Cuervo, profe de Civismo que me reprobó por no saber tomar distancia en las filas del recreo, por haberme reído de Juárez con un chiste del Loco Valdés y dizque haber olvidado la recitación obligatoria de unos versos tricolores.
Jorge F. Hernández