Cultura

Ferido de Ausencia

Escuchar audio
00:00 / 00:00
audio-waveform
volumen-full volumen-medium volumen-low volumen-mute
Escuchar audio
00:00 / 00:00


Poco importa si es la primera vez en leerse o si se suman ya 35 años de ritual primaveral; tampoco importa si se murmura el párrafo o si se clama en voz alta –en medio de un bosque corazón de Madrid o en el empedrado que une a San Ángel con Coyoacán… es síntoma y herida, cicatriz de desgarro y dolencia pasajera. Hablo de la carta que dicta Don Quijote a Dulcinea del Toboso y que el ingenioso Sancho asegura no tener que escribirla en pergamino, pues asegura aprendérsela de memoria. Quizá se trate de otro enigmático instante en que el fiel escudero advierte nuestro delirio y locura o el elegante velo para ocultarse ajeno a las letras(su hacer y lectura), pero Sancho escucha más que oír el alma de su Señor Don Quijote porque quizá comprenda que –allende la supuesta división de los géneros— mujeres y hombres por igual suscriben al menos una o tres veces en la vida las exactas palabras que dicta Don Quijote en medio de la misma madrugada de siempre, así sea la primera noche de un despecho o la trigésimo quinta ocasión en que alguien osa rompernos el corazón.

Dicta el Caballero de la Triste Figura que hemos de sentirnos con él “ferido de amor y llagado de las telas del corazón”; somos sin salud los que sin embargo enviamos en palabras y nos resignamos a que ya “que tu fermosura me desprecia, si tu valor no es mi pro, si tus desdenes son mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte es muy duradera”, así hoy mismo como desde hace casi cuatro décadas… Así que ¡oh bella ingrata o bello ingrato, amada enemiga mía o amado enemigo amigo!, del modo que por tu causa quedo… “si gustases de acorrerme, tuyo soy…”.

Quien vive por azar o vocación la feliz condena de vivir ya para siempre entre libros y leer por primera vez o por siete lustros la dolorosa carta que parece plural ha de tragar como saliva medio amarga la recurrente verdad de saberse innecesario para quien nos creíamos indispensable y escribir en medio de la madrugada de silencio “si gustas socorrerme, tuyo soy…” o más bien fui, ya que en el fondo “haz lo que te viniere en gusto” porque con rehundirme en letras y libros, estantes de cerezo puro, he de saciar mi deseo… y satisfacer –ya por desvarío, demencia o devaneo— las cornadas de tu crueldad.

Jorge F. Hernández

Google news logo
Síguenos en
Jorge F. Hernández
  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.