Cultura

El aire es fuego

Mi amigo Pepe Cerezo exclamó: “El aire es fuego” en medio de una sobremesa que recurrió a la terraza en busca de brisa, sin saber que en las olas de calor cualquier suspiro quema. De ambos lados del Atlántico parecen competir temperaturas insólitas y confirmaciones ominosas del calentamiento global que muchos negaban –o niegan–. En abono de lo obvio, una fiel lectora abonada a una librería entrañable acaba de visitar con sus nietos las orillas oscilantes del Polo Norte y confirma con su bella mirada el lento deshielo que llegará a hundir las faldas de Manhattan o los portales de Veracruz en un futuro que poco a poco nos ha llegado directamente a la cara… como vaho hirviente, como quien sale de un espacio acondicionado para hallarse de pronto en medio del horno.

Jorge F Hdez.
Jorge F Hdez.

Para mayor confirmación de la obviedad, aprovecho para alargar el hecho con algo más que metáforas: el calentamiento global también se manifiesta en la progresiva imposición de la imbecilidad colectiva, el imparable imperio de la mentira mezclada sutilmente con ignorancia (funcional o no) y en la incesante liviandad con la que se tolera o facilita el despiste. Hablo de la acalorada neblina que emana como vapor impalpable todos los discursos, parlamentos, promesas y propósitos de políticos hipócritas y peligrosos populistas, pero también de sinfín de autoiluminados iluminatti que creen llevar no sólo la razón sino la solución a todo enredo con fórmulas caducas y adoctrinamientos trasnochados. 

Arde el planeta que ha desdeñado a las bibliotecas con un furor similar al que sirve para talar recursos naturales, deforestando no sólo paisajes saludables sino intelectos imberbes; arde el paisaje donde se imponen lengüitas de fuego y furores encendidos, envidias siniestras que imponen con filfas más allá de rumores la constante reacción arrasadora.

Quema el alma de los justos el desatado desdén por los más necesitados, la inmensa masa tostada que justifica las tarimas de quienes abusan de su desahucio y quema las mejillas el desconsuelo multiplicado y el asco desesperado de la impotencia ante esa ligera respiración que baja de las nubes como espinosa caricia o lengua ardiente que al rostizar lentamente las esperanzas nos quema los párpados y seca la callada lengua de nuestras voces.

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Jorge F. Hernández
  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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