Se pondera mucho en documentos de la Iglesia Católica, la actitud de muchas comunidades pobres, que desde su pobreza, se dan a los demás.
El hecho merece meditarse con hondura en estas semanas de COVID-19, cuando no falta una mujer de barrio, que pide cinco despensas y a las 24 horas, regresa con fotografías de los beneficiados que son una mujer a la que le operaron una pierna, otra que va por el mismo camino y así por el estilo, las otras tres.
Pero en contraste está una mujer que recibe una despensa para que la obsequie a una familia necesitada, pero en cuanto llega a su casa, le ordena a la joven que trabaja con ella, que acomode toda la despensa en su personal despensa.
Unos se dan y otros surten su despensa con la que debería tocar a los pobres, para que no se mueran de hambre.
Ya se dice cada vez más entendible que vivimos tiempos difíciles y que después de que aminore o desaparezca la presente epidemia, vendrán tiempos más difíciles en cuanto a la recuperación económica, social, política espiritual.
El virus que nos ataca, llegó hasta la mente y el corazón; nos ha hecho incrédulos, y ya ni nos hace falta ir al templo para participar en la Misa, ya se nos ha dicho, sin ninguna observación inteligente, que vale por televisión o por radio.
Ya con esa nueva enseñanza, pocos se ponen a pensar qué pasará en el comportamiento del pueblo, después de que desaparezca el CORONAVIRUS.
¿Tan fácil va a realizarse un retorno a los templos cuando se les diga, ya terminó la epidemia? Muchos ahora están muy contentos, porque ya encontraron la manera de “oír Misa y hacer la comunión espiritual con el Papa”, que de paso, es el “mero mero” de la Iglesia Católica.
Aún tomando muy en serio que vivimos una emergencia social extraordinaria, precisamente por eso, es lo mejor ejercer la asistencia social con fina inteligencia.
Ayudar sin hacer daño, evitando el paternalismo y la dependencia, que lejos de liberar, somete a las personas.
No es bueno dejar un recurso económico, en una familia o a una persona, para que sigan en su misma condición social.
La tarea del presente es que no se atrasen los pobres. Esto implica el que no se queden pasivos con las dádivas.
Si parte de lo que explica su pobreza es que de alguna manera pertenecen a los excluidos sociales, habrá que revisar el estilo de dar, para que obsequio ayude a transformar la dignidad de las personas.
Que el COVID-19 no derrote nuestra organización social. Es el hombre el que manda, no el virus. Hay que saber dar con estilo.