“Mátate, amor” es el provocador título de la novela de la autora argentina Ariana Harwicz, publicado en 2012, y adaptada a la pantalla grande recientemente por la directora escocesa Lyne Ramsay.
Jennifer Lawrence y Robert Pattinson dan vida a Grace y Jackson, un matrimonio que se muda de Nueva York a Montana cuando él hereda la casa de su tío.
Son jóvenes, de marcada sensibilidad artística y enormes aspiraciones: ella quiere escribir la gran novela americana, él formar una banda.
Arden los bosques con las chispas de sus pasiones compartidas.
Antes de que puedan cumplir sus sueños nace su primogénito, y con él una nueva dinámica. Las responsabilidades colocan en ese corral donde la sociedad amanza a las almas desbocadas.
Él se va al trabajo, ella se queda en casa. Poco a poco se apartan de su casa y, a la postre, el uno del otro.
Atrapada en una casa maldita en medio de la nada, Grace acumula horas de cansancio, tedio y deseo invisibles para su marido, y junto a ellas va creciendo un resentimiento de instintos fatales.
“Así es los primeros años”, dicen todas las mujeres a su alrededor cuando notan que algo no anda bien.
La sororidad y la empatía automáticas adquieren una dimensión cruel que se suma a las violencias soterradas características de las vidas aparentemente cómodas y tranquilas.
Depresión posparto, trastorno maníaco-depresivo, TLP… encasillar a Grace en algún diagnóstico psicológico tal vez sea fácil, la complejidad radica en comprender y desmontar las jaulas sistemáticas y estructurales que asfixian a todos los individuos, pero se ensañan especialmente con las mujeres.
“Mi bebé es perfecto, lo que está mal es todo lo demás”, dice Grace en uno de los múltiples esfuerzos a los que se ve orillada para salvar su vida familiar, el redil de su brioso espíritu.
Ramsay, ausente de las salas de cine desde “Nunca estarás a salvo” (2017) reafirma su maestría para traducir la psique de personajes incómodos en vívidas metáforas visuales, y para problematizar acerca de la maternidad, como ya lo había hecho con “Tenemos que hablar de Kevin” (2011).
Las actuaciones de Lawrence y Pattinson coronan cada una de las decisiones de la cineasta y redondean la pieza. En suma, un afortunado regreso.